Estábamos significando el sinsentido de una argumentación con categorías axiomáticas que en realidad no lo son, aunque la perspectiva feminista intente
mostrárnoslas como tal al presentarnos los toros como una alegoría -o realidad- que pretende legitimar con el sesgo del marchamo patriarcal de una subcultura sangrienta y con la denuncia de una supuesta lógica de la dominación.
Y manifestábamos nuestra oposición con cinco puntualizaciones, tres de las expuestas en la primera parte de este artículo. Dos argumentos más:
Un respeto intelectualHablar de una “terrorífica lógica de la dominación” evidencia un notable desconocimiento y un sesgo perceptivo desviado, que sitúa a la mujer como objeto y que no aprecia como centro de la significación de la Tauromaquia el enfrentamiento del hombre (en sentido genérico) con el animal.
Que Karen Warren hablara de lógica de la dominación (Ecofeminist Philosophy. Rowman & Littlefield, Oxford, 2000) y que existan realidades conceptualizadas con los términos “inferioridad” y “superioridad” no quiere decir que en el mundo de los toros se apruebe y aplauda la subordinación entre los humanos (sexismo, racismo, clasismo…). Y si esa teoría se pretende utilizar para explicar el mundo de los toros, conviene recordar que el valor de las teorías no es absoluto, sino provisional, hasta que dejan de explicar la realidad. Sugiero a los que se suman a estos planteamientos que, primero, conozcan los datos reales de la fiesta y que, después, si quieren encontrar explicación a lo que en ella ocurre, se sirvan de las teorías; pero no antes: no caigamos en un cainismo irracional.
Que con Bataill, interpretado por la autora de ese artículo (Alicia Puleo, Dialéctica de la sexualidad. Género y sexo en la filosofía contemporánea. Cátedra, Madrid, 1992) se quiera ver en las corridas de toros dos formas de colmar la “sed de infinito” que caracteriza al hombre, que Almodóvar juegue estéticamente en su filmografía con las connotaciones sexuales manifiestas en toros, o que Jesulín toreara allá por los años 90 varias corridas “sólo para ellas”, no significa que ése sea el mundo de los toros.
Y si algunos intelectuales ven en el toreo la representación de la feminidad, grácil y seductora, que atrae al poderoso macho y que termina dominándolo; y si otros ven en el toreo el paradigma de la virilidad, pues que lo vean; aunque les invito a que también lo observen para situarse así ante la posibilidad de apreciar algo más que conceptos emanados de los libros. La etnografía, la cultura oral, la relación personal también existen. La vivencia de las realidades que posibilita este mundo de los toros, calificado como racial, si lo es, primitivo, que tal vez lo sea, pero cultural, exquisito, sensible, a veces refinado, complejo, difícil de comprender y, sobre todo, creativo y creador, exige un respeto intelectual para cuya consecución aconsejo un mayor y profundo conocimiento del objeto a analizar, en este caso el mundo de los toros. Puedo comprender que quien no comparta, por
apriorismos o por convencimiento axiológico, el fenómeno del planeta de los toros no acuda a los festejos. Pero no puedo admitir que no se haya encontrado -o que se haya obviado- ni un sólo argumento ni un sólo dato en toda la bibliografía taurina existente, que no es poca. Porque sirva de referencia que
cualquier Catálogo de Tauromaquia Egartorre Libros (
http://www.egartorre.com/toros) cuenta con más de quinientos textos a la venta y más de cincuenta documentos audiovisuales. ¿Ni uno sólo estando tan asequibles?
Si argumentamos que existe -y no poca- violencia de género, lucharemos contra ello. Si argumentan que en los toros se manifiesta violencia, podremos entenderlo. Que puedan existir y existan planteamiento machistas en el mundo de los toros -como en tantos otros ámbitos de nuestra sociedad- hemos de aceptarlo y luchar contra ello. Pero dejar escrito el interrogante de si -y copio textualmente- “Favorece a las mujeres fomentar una cultura de la violencia y la dominación cuando las cifras de víctimas de la violencia de género reveladas por los periódicos son tan elevadas”, no es sino depositar en el imaginario colectivo una relación de causa-efecto entre los términos “toros”, “violencia” y “violencia de género” que no estoy dispuesto a admitir.
Prohibición sin base científicaY si alguien se siente tentado de extrapolar esas argumentaciones hacia el mundo del menor, que también se documente y lea los informes técnicos de los especialistas, entre otros, el titulado Posibles repercusiones psicológicas de las corridas de toros en niños menores, encargado por el Defensor del Menor en la Comunidad de Madrid en 1999 a distintos especialistas universitarios, coordinados por el doctor Enrique Echeburrúa, catedrático de Psicología Clínica en la Universidad del País Vasco:
“Con los datos actualmente disponibles, no se puede considerar como peligrosa la contemplación de espectáculos taurinos por menores de 14 años, cuando se trata de niños psicológicamente sanos y que acuden a estos festejos de forma esporádica, voluntariamente y acompañados de adultos que tienen actitudes positivas ante las corridas de toros. No debe olvidarse que los niños que acuden a las corridas de toros, al ser llevados por unos padres o adultos que pagan por ello, constituyen una muestra autoseleccionada procedente de un entorno social en donde las corridas de toros están fuertemente respaldadas socialmente. No hay bases suficientes para sustentar científicamente una medida como la prohibición de entrada de los menores de 14 años en las plazas de toros”
Desconocimiento sin principiosComo digo, y concluyo, no estoy dispuesto a admitir argumentos de lógica con un planteamiento deductivo derivados de axiomas que no lo son, precisamente porque las premisas no adquieren su categoría de universalidad. Y esto lo escribo por dos razones:
Una, por principios racionales. Entiendo que faltan principios
cuando, para obtener éxito en la argumentación, jugamos con el desconocimiento; más bien aconsejo y practico lo contrario.
Y dos, el feminismo no puede aparecer como sinónimo de
ignorancia en sus manifestaciones argumentales y, por tanto, no está legitimado con esas afirmaciones para proponer la abolición, en este caso, de las corridas de toros.
Pero, ¡ojo!, ¡peligro! Estamos ante la evidencia -una más- de que los toros son un fenómeno rentable -con su crítica sin criterio- para captar adeptos.
Sepamos de toros y aprendamos de toros para despreciar la ignorancia y ayudar a la compresión.
Texto: Pedro Alonso