En Zona
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Alberto E. Barroso
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:14h
El baloncesto es una afición y a veces se convierte en una adicción. Os prometo que he intentado dejarlo, pero me resulta imposible. Con el inicio de las ligas en los diferentes puntos del globola locura del baloncesto llega a mi vida.
Quizás la culpa la tengan los 1.230 partidos de liga regular de la NBA, los 306 de la ACB, los 306 de Adecco Oro, los 192 de Euroliga, y podemos seguir sumando competiciones como la Eurocup, Adecco Plata, Liga Femenina 1 y 2, liga Griega, Rusa, etcétera. Debido a la enorme cantidad de canales donde se pueden seguir estas competiciones, mi día a día es un mundo lleno de canastas. Existen varias personas culpables de provocar en mí esta locura. El primero fue mi padre (experto en el tiro de gancho), también mi primer entrenador en el colegio, y por supuesto, como para otros “baloncesto-dependientes”, Andrés Montes. Hace una semana fue el primer aniversario del fallecimiento del que no dudo en decir que ha sido, junto a Ramón Trecet, el mejor comentarista de baloncesto, y en especial, de la NBA. Todos recordaréis sus conversaciones, durante la retransmisión, sobre lentejas, sus encuentros con jugadores NBA en tiendas neoyorkinas, sus pajaritas multicolores, etc. Nos dejó un legado en forma de diccionario, expresiones baloncestísticas que todos conocemos como “jugón”, “pincho de merluza”, “Cruela Devil” (Denis Rodman) y, por supuesto, nadie olvidará uno de los mejores momentos de la historia de este deporte: la narración del último partido de las finales del 98 entre Bulls y Jazz. Todos tenemos en la memoria lo que ocurrió en esos últimos segundos, al igual que recordamos el cerbo del siempre brillante y eterno, Andrés Montes. DEP.◆