Santa María acoge la festividad de Nuestra Señora de los Dolores

Hace ya unos años que la fiesta conmemorativa de la Virgen de los Dolores se trasladó al mes de octubre, aunque la festividad original se sigue celebrando el 15 de septiembre, que es la fecha oficial en el calendario onomástico. El motivo de hacerlo así, según explica el cofrade Isidoro García Díaz, es que en septiembre Guadalajara se encuentra sumida en las ferias patronales, días en que la asistencia a los actos religiosos es escasa o tal vez nula. Por ello se pensó en cambiarlo a octubre y el resultado ha sido bastante satisfactorio.

El acto principal del próximo domingo es una misa solemne a la que acuden muchos hermanos y simpatizantes de la Cofradía, aparte de las personas que de costumbre asisten a su misa del domingo. El resultado es inmejorable, ya que de este modo,Nuestra Señora está rodeada de todos sus hijos hasta llenar por completo la concatedral. Tradicionalmente, los cofrades interesados se reunen tras la celebración de la misa, para celebrar una comida de hermandad abierta a todo aquel que quiera compartir un buen rato en compañía de otros devotos de Nuestra Señora de los Dolores. En esta ocasión, la celebración coincide con el Domingo del Domund, por lo que la iglesia se teñirá también de color, con los niños y sus huchas.

Por todos es sabido que la Virgen de los Dolores tiene otra fiesta, que se celebra el viernes anterior a la Semana Santa, llamado este día Viernes de los Dolores. También resulta muy vistoso, porque es costumbre hacerlo coincidir con el pregón de Semana Santa a continuación de la Santa Misa, a la que acuden todas las cofradías de la ciudad, e incluso las autoridades municipales, para arropar a la Virgen en el inicio de la Semana Santa.

Renovada concatedral
Tras nueve meses cerrada, Santa María abrió sus puertas de nuevo el pasado mayo, habiéndose sometido a una rigurosa transformación. Se creó una cámara de aire bajo el pavimento, que conseguía que la iglesia respirase, eliminando los problemas de humedades. Además, se recuperaron los lugares que históricamente tenía el templo. Por otro lado, se dignificaron los espacios litúrgicos, algo muy necesario, según el párroco, don Agustín Bugeda: “Todo estaba un poco revuelto, ahora se diferencia el espacio penitencial, el baptisterio, el espacio de la Virgen. Sin necesidad de construir muros, jugando con las luces, con el suelo y los distintos tonos de pintura, se consigue que cada lugar adquiera su propia identidad”.◆