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La España Brava

Antonio Barrera Torero Bravo

Antonio Barrera Torero Bravo

Un hombre entregado frente a las cornadas de los toros y la vida

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:14h

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La excepción es rápidamente homologada, cuando no aislada y silenciada con unos patrones de corrección que pretenden alejar el peligro que para los promotores de una medianía convenientemente ordenada supone. En demasiadas empresas, organizaciones de todo signo y estructuras sociales, asistimos a diario a este triste espectáculo de domesticación. La extinción de las razas de animales más "salvajes" no es casual.

Más allá del interés por las corridas de toros, podemos convenir que estas trascienden e incluso transgreden esa "política de lo correcto". Interesa poner de relieve uno de los rasgos diferenciales que escenifican con crudeza: la bravura. La del animal y la del hombre. Una cualidad, o "molesto defecto", con la que millones de personas, en nuestro país y en el mundo, identifican a España.

La bravura no sólo es inherente a España, al toro bravo y al torero que con tanto sincretismo la simbolizan. Inicio esta serie de entrevistas, ensayos y reportajes con y sobre toreros, escritores, deportistas, combatientes, ganaderos, misioneros, artistas, investigadores o personas anónimas, de cualquier lugar y condición, buscando a través de su acción y opinión, las diferencias entre el rebaño y la manada, la relación entre el miedo y el valor, la verdad y la mentira o las normas y los códigos de conducta. Sin apriorismos ni partidismos, pero convencido de que su aportación puede servirnos. Y me tiro al ruedo empezando de la mano de Antonio Barrera (Antonio José Barrera Contreras, Sevilla 1976). Un torero, un ser humano, un hombre que por su actitud frente a los derrotes, cornadas y zancadillas que le han dado, y le siguen dando -los toros y la vida-, y sobre todo por su absoluta y continua entrega, es todo un ejemplo de bravura.

En el año 1966 el padre de Antonio Barrera, transportista de profesión, emigró desde Sevilla a Cataluña con su esposa para ganarse el pan de sus hijos. A partir de 1978 empezó a montar plazas portátiles en localidades cómo Hospitalet, Cornellá, Esplugués, Santa María de Barberá o Caldes de Mont Buic (allí mató Antonio su primer becerro en el año 85). El diestro sevillano recuerda como le impactó la primera corrida a la que asistió en la Monumental de Barcelona, en un cartel de banderilleros, cuando apenas contaba cinco años. Comienza la conversación hablándonos de la extrañeza que le producen algunos catalanes de hoy.

Yo soy emigrante. De Sevilla a Cataluña o de España a México. He emigrado siempre. Y me asombra esa política contradictoria del “somos diferentes”, “esto no me gusta porque huele a España” o “lo rechazo para sentirme auténtico” del catalán cerrado de hoy.

Guadanews El toro ha arrancado de tu vida cualquier atisbo de adocenamiento. Y jirones de piel, carne, músculos, ligamentos y huesos. Me decían el otro día que lo tuyo es siempre la misma historia: dolor, dolor y dolor. Y superación del dolor. Visto así, suena a tragedia. ¿Qué te ha dado, qué te da el toreo para que te pongas, roto física y moralmente en ocasiones, de nuevo ante la cara del toro?
Antonio Barreda Es la pregunta del millón. Por una parte yo me considero una persona abierta. Abierta a otros mundos en los que he sabido luego caminar. Todo eso me lo ha dado el toreo. Lo que me da para volver a la cara del toro una y una millón de veces es felicidad. Es lo contrario de lo que cree la gente. Que mi carrera sólo es dolor. El toreo me permite expresarme. Lo que representa para mí y lo que ha significado en mi vida. Lo que me ha enseñado, lo que me ha hecho sufrir y gozar. Todo eso es mi manera de vivir y de entender la vida. Si lo cambiara no sería feliz. Yo vengo de una familia humilde y trabajadora. Lo que soy me lo ha dado el toreo. Y mi voluntad de ser a través de él.

GN No se es víctima cuando se es héroe, decía La Rochelle. ¿Entonces, esa idea del Antonio Barrera sufridor?
AB No me gusta esa imagen que se hace alguna gente de mí, como de pena, de lástima: “Qué luchador, pobrecito”. No, no, no. A lo mejor a veces yo mismo la he alimentado equivocadamente. Pero no es cierto, el toreo me hace inmensamente feliz. Con todo lo malo que me ha pasado y con todo lo bueno. No me encaja cuando llega un taurino y me desea más suerte, que a ver si empiezan a caminar las cosas. ¿Qué tiene que caminar? Llevo muchos años caminando. Me hablan del dinero, del éxito, de arrollar en las ferias como si se lo estuvieran diciendo a un chaval. ¡Claro que es mi ambición y mi ilusión! No soy gilipollas. Pero caminar para mí es navegar en este mundo. Llevo desde los seis años en esto. Son veintisiete en la carretera. Y estoy disfrutando en el camino, no estoy pensando todo el día en la meta. Otros se dedican a la música, al teatro, o yo que sé, a la golfería. Me da igual, si les sirve, me da igual. A mí el toreo me sirve. Me sirve como vehículo para andar por la vida. Es mucho más profundo que todo eso de: “Ojalá te cambie la racha”. ¿Qué racha? Llevo una racha fantástica.

GN ¿Pero no te da un poco de miedo recordar todo lo que te ha sucedido?
AB No, todo lo contrario. Me fortalece. El miedo siempre viene del desconocimiento. Cuanto más conocimiento tienes, sobre las cornadas por ejemplo, menos miedo tienes. Es cierto que cuando me pegaron la primera, llevaba sólo un puntazo y decían: “Que la lleva, que la lleva”, pensaba que me moría. En el Álamo, cuando me partió la femoral un toro, pensé que estaba listo y casi acierto. Son percepciones puntuales. Luego te haces. Yo siempre digo, y la frase no es mía, creo que es de una letra de Alejandro Sanz: “Tropezarse está permitido, levantarse es una obligación”. Desde hace tiempo, en el momento en que me ocurre un percance, sólo pienso en levantarme, en recuperarme. Ese pensamiento evita que te centres en el sufrimiento. Es como un ciclo que estás acostumbrado a vivir y que empieza en ese mismo instante otra vez. Llega un momento que el cuerpo, aunque parezca mentira, se hace matemático. Cuando estás tan acostumbrado -yo he entrado treinta veces en un quirófano-, lo calculas todo fríamente: si llego antes a la enfermería perderé menos sangre, si la cornada tiene la trayectoria para dónde yo creo que la tiene la recuperación será menor, doctor cómo está esto y aquello… Ya estoy pensando en caminar. No son cosas que me planteo cada día que me levanto. Creo que mi propio cuerpo automatiza ese ciclo y lo convierte en algo natural. Lo único que me da miedo es no poder seguir expresándome. Que haya algo que me lo impida. Física o mentalmente. O que me silencie el Monopoly de las empresas. (El torero se queda como abstraído). Es curioso, cuando me paro a pensar en mi trayectoria, la veo como algo irreal. Veo una historia tan fuerte que me digo: “No, esto no es normal, tanto dolor, tantos tropiezos, tantas torpezas, tantas equivocaciones, llámalo como quieras. ¿He sido capaz de superar todo esto? ¿El niño ese que quiso ser torero un día lo ha conseguido? Yo sigo caminando, pero no consigo verlo como algo real. No me lo creo. Es como si se tratara de una película y de un personaje que observo desde fuera.

GN No se puede hablar de rutina, pero tu carrera está muy marcada por esos percances y esas lesiones.
AB Y estoy muy orgulloso de ello. Quiero que se sepa. Porque, ¿quién me puede discutir que mi vida no la estoy entregando al cien por cien al toro? Nadie me lo puede discutir. Ni un periodista, ni un aficionado, ni un empresario, ni un ganadero: nadie. Yo estoy dando todo lo que tengo. Para mí, para mi forma de entender la vida. No lo digo como algo que me tengan que agradecer, es una realidad. Cuando algún periodista, algún aficionado o ganadero me critica, yo le preguntaría: “Con tu capacidad, tú que eres más inteligente que yo, más sabio, ¿estás ofreciendo tu vida al toreo?” Yo sí. Y me voy a dormir tranquilo todas las noches. No porque me líe a hacer análisis. Me voy tranquilo con la sensación íntima de que lo estoy dando todo. No lo digo desde la prepotencia, sino desde la humildad. Porque sé que tengo mis defectos, algunas virtudes, y conozco mis limitaciones. Pero no me importa, porque ofrezco todo lo que soy al toreo. “Qué tío más torpe”, dirán, “lo cogen todos los días”. Me da igual. Ese es Antonio Barrera. Una parte. Y hay otra de la que si quieres hablamos también.

GN Porque esta temporada, enfrentándote a menudo a corridas de los hierros más duros, también ha vuelto a destacar la calidad y profundidad de tu toreo. Hablo particularmente de tardes como la de la feria de San Sebastián, en Guipúzcoa. Fueron dos faenas de absoluta entrega. Y aunque en la lidia de tu segundo toro sufriste una fea voltereta, y como consecuencia de la misma una nueva rotura de menisco, no sólo seguiste toreando sino que te gustaste y tumbaste al toro de una gran estocada, saliendo a hombros de la plaza. ¿Crees en el destino?
AB No puede ser otra cosa. Por eso te decía que el toreo, para mí, es más que una profesión. Más que una corrida de toros y pegar veinte muletazos. Es una prueba constante. ¿Qué quiero? Superarme, crecer, sacar el mejor Antonio Barrera. Lo consigo poco, pero más que hace dos años, más que hace cuatro, que hace seis. Ese es mi destino, mi lucha diaria. Y no me guardo nada. No sirvo para eso. No escondo el dinero para la siguiente mano. Soy de apostar. Y de ganar o de perder. El otro día me lo decías tú mismo: “Si es que no sabes taparte”. Es cierto. Siempre se dice que no hay nada más transparente que un vestido de torear. Los míos son traslúcidos. Hay gente que piensa que el torero es una cosa y la persona otra. En mi caso no.

GN Ese yo del que hablas no se mide sólo por los resultados. Y esa es una constante, no sólo en el caso de los toreros. Los que estáis en primera línea os veis a menudo sometidos a juicios personales de gente que sólo conoce vuestro palmarés. Tres tardes sin cortar orejas, dos torneos fallidos, unas elecciones ganadas o perdidas, un éxito o un fracaso empresarial, artístico o de ventas, y ya se interpreta que habéis perdido el norte, que falta entrega o concentración, que si los padres, las copas, las mujeres o los hombres. Me viene a la memoria el caso de una tenista, primera raqueta mundial, a la que se achaca todo tipo de males por estar en el puesto sesenta y ocho, cuando lo que lleva son diecisiete lesiones de ligamentos. ¿Es otra persona? ¿Son dos personas el Barrera triunfador y el del menisco reventado?
AB Me encanta que lo digas. Muchos periodistas son iconoclastas por naturaleza. Destrozan los iconos que han contribuido a crear. Además, interpretar la dimensión de un hombre o de un artista, con ideas preconcebidas, o únicamente en función de unos determinados resultados, es signo de mediocridad. Antiguamente no se hacía así. Antiguamente importaba la historia y la percepción era más espontánea. Por eso, en el toreo, El Cordobés fue quien fue. Importaba la historia de Palomo, importaba la de Dámaso, la de Camino. Lo que había detrás del telón, y su personal expresión. Por eso me gusta México, porque tienen los sentidos a flor de piel. No los tienen atrofiados. Y no se dejan engañar. Pero no puedo obsesionarme con ello. Las cosas se cuentan de una manera o de otra. Eso es algo que vosotros podéis hacer ver al público, a los aficionados. Yo no debo transmitir eso en una entrevista. Desgraciadamente -y ya sé que a veces puedo pecar de desahogado en mis comentarios-, vivimos en un país de catetos ilustrados. El hombre del pueblo, el que algunos llaman despectivamente espectador, ¡ese sí que es un crack! Cuando catorce mil personas sacan el pañuelo no se equivocan. El público no es gilipollas. A la masa la puedes engañar una vez, no dos ni tres. El otro, el ilustrado, no tiene la capacidad aunque piense que sabe. Y además habla.

GN Y es el que más miente.
AB Yo vengo de una familia currante. A veces me pregunto si seré capaz de entrar en determinados círculos, en determinadas conversaciones. Y al rato lo pienso y me digo: “Me voy, porque estoy aburriéndome”. Porque es a menudo mentira. Una pantalla, una apariencia detrás de la que luego no hay nada. El fondo de las personas es lo que a mí me interesa. Lo que son capaces de sentir.

GN No es fácil soportar superficialidades y traiciones. Sobre todo cuando te enfrentas a la realidad de cara, ¿cómo pudiste torear en la feria de Sevilla de este año estando tu padre de cuerpo presente?
AB La gente no lo sabe. Pero mi padre murió el trece de abril, a las diez y media de la noche. Yo toreaba el catorce. Pedí que pusieran la fecha de defunción al día siguiente. Si no, lo hubieran enterrado la tarde que yo toreaba. Me pasé toda la noche con él en el tanatorio y de allí fui a vestirme al hotel. Fueron los momentos más difíciles de mi vida. Pero mi padre quería que yo toreara en Sevilla. Estaba orgulloso de que lo hiciera y no quise fallarle. Al día siguiente lo enterramos.

GN Para muchos no pasó nada aquella tarde en Sevilla.
AB Es cierto. La corrida de El Torreón no embistió. Pero para mí fue importantísimo. No fue una prueba más. Fue mucho más duro que las veintitrés cornadas y los treinta quirófanos. Me demostré a mí mismo que podía con aquello. Ese afán de superación es algo que me inculcó mi padre.

GN ¿Te pareces mucho a él?
AB Mi naturaleza innata me la ha dado mi madre, pero sin embargo, la enseñanza es de mi padre. Siempre fue un luchador. No tenía otro objetivo: siempre hacia delante.

Algunos dicen que ante la duda hay que abstenerse. Mi padre decía: “Ante la duda, hacia delante”.

GN Hacia delante estaba tu tarde en Aguascalientes, en México; tu ausencia de Madrid, tu paso por Valencia, tu triunfo en Barcelona y en Nîmes; el mal trago de Istres, la feria de Santander, tu repetición en Barcelona y luego: Béziers, San Sebastián, Bilbao, Albacete... Fuenteymbros, Guardiolas, Cebadas, Miuras, los toros del Tajo y La Reina, los del Conde de la Corte…
AB A veces, para encontrarme con la España que yo siento, tengo que irme a México. México me ha dado mucho y tengo un buen cartel allí. Reparto mi temporada entre Europa y América al cincuenta por ciento. Con corridas de todo tipo. También eso me lo repetía a menudo mi padre: “Cualquier torero que se precie debe matar toros de todos los encastes”. En España, quizás los dos momentos más visibles de mi temporada sean el triunfo en mayo en Barcelona y el de San Sebastián en agosto. Pero como hablábamos antes: es mucho más.

No nos cabe duda. De igual forma que no dudamos de su bravura. Gente como Antonio Barrera nos permite traducir el “bravó España” que el presidente francés Nicolas Sarkozy dedicó al ciclista Alberto Contador, al finalizar en la Vuelta a Francia la dura etapa de montaña del Tourmalet, a nuestra manera e idioma.

Y elogiar sin complejos la dimensión de esta España Brava.
¡Suerte torero!

Texto: Carlos Arévalo Nonclercq

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