OPINION
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:14h
Camilo José Cela reconoció en una de las dedicatorias más famosas, en este caso la que reserva al doctor Gregorio Marañón, que “La Alcarria es un hermoso país al que la gente no le da la gana de ir”. De aquello hace ya 65 años y, como el propio Premio Nobel reconoció tiempo después, las cosas han ido cambiando. Para todos menos para nuestros políticos porque durante décadas, especialmente las tres últimas, a los mandamases de Toledo, las alcarrias, serranías, campiñas y señoríos les han importado un pimiento.
No es que no les diera la gana venir, que eso a los castellanoalcarreños siempre nos ha importado ese mismo pimiento que a ellos, sino que lo hacían por compromiso pero sin comprometerse. Hete aquí que han llegado las elecciones del 22 de mayo del año 2011 y las encuestas han señalado en rojo Guadalajara. Los que dicen saber de política sostienen que nuestra provincia es clave para que el Gobierno de la Junta de Comunidades se decante de uno u otro lado. Y en ese contexto se enmarca la auténtica procesión, en ocasiones figurada y a veces literal, que nos están dedicando en las últimas semanas-meses. Así las cosas, los ciudadanos tendremos que soportar cual penitencia un auténtico Vía Crucis en clave política. Pero la distancia entre el ciudadano y el político, alejado completamente de la realidad, es cada vez mayor. ¿Cómo se explica si no que los que encabezan la candidatura regional de los dos grandes partidos aspiren también a gobernar el Ayuntamiento de la capital o a presidir la Diputación? Artificios de la política o no, estrategias que tratan de justificarnos en clave electoral, sólo se entienden como un insulto a todos los votantes, incluidos los que les votan.