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Carta semanal del obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara

Acontecimiento histórico

Acontecimiento histórico

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:14h

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El pasado día 2 de junio, Solemnidad del Corpus Christi, a las cinco de la tarde, tenía lugar un acontecimiento histórico. Por primera vez en la historia de la Iglesia, los católicos de todo el mundo, en comunión con el Papa Francisco, nos postrábamos en actitud de adoración ante Jesucristo, real y verdaderamente presente en la Eucaristía, para agradecer su presencia sacramental en el corazón del mundo. Con esta convocatoria, aprobada en su día por el Papa Benedicto XVI con ocasión de la celebración del “Año de la fe”, todos los cristianos éramos invitados a centrar nuestra mente y nuestro corazón en lo esencial. SIGUE
El Papa nos convocaba a reconocer a Dios como fundamento y meta de la existencia humana y a rechazar aquellos falsos dioses que la cultura actual nos propone como dignos de culto y adoración.

Los católicos, cuando nos postramos de rodillas ante el Santísimo Sacramento, estamos diciendo al mundo entero que sólo es digno de adoración Aquel que se ha humillado para compartir con nosotros la condición humana en todo menos en el pecado y que se ofrece cada día en la Eucaristía para regalar a todos los hombres amor, vida y salvación.

Los cristianos recorremos el camino de la vida en medio de dificultades y problemas, como los restantes miembros de la sociedad. Pero, a diferencia de quienes no tienen la dicha de creer en Dios, podemos avanzar por este camino con la firme convicción de que el Señor camina con nosotros y delante de nosotros para mostrarnos su amor, para infundirnos esperanza en medio de los desánimos y para regalarnos su salvación.

Ahora bien, el reconocimiento y la adoración de Jesucristo bajo las especies sacramentales no pueden cerrarnos sobre nosotros mismos ni alejarnos de nuestros semejantes. La escucha de la Palabra de Dios y la comunión con los sentimientos de Cristo tienen que impulsarnos a salir al mundo para mostrar el amor de Dios a todos los hombres con el testimonio de las obras y de las palabras.

Adorar al Señor y comer su Cuerpo entregado por la salvación del mundo nos obliga a contemplar a los hermanos, especialmente a los más necesitados, como al mismo Cristo. Es más, nos exige partirnos y repartirnos para dar de comer a quienes no pueden hacerlo y para ofrecerles el consuelo de la caridad. Por eso, el Papa Francisco, al contemplar la realidad de pobreza y marginación, en la que viven tantos seres humanos, nos invitaba recientemente a “salir a las periferias existenciales” para ir al encuentro de los pobres, al encuentro de los que son “carne ungida de Cristo”.

La Iglesia, todos los cristianos, si permanecemos a la escucha de la Palabra de Dios, tenemos que ser portadores de su amor y compasión ante toda miseria humana. Además de orar por quienes son tratados injustamente y por quienes provocan las injusticias con sus comportamientos, tenemos que ser valientes para defender con audacia la dignidad de cada ser humano y para denunciar las situaciones de violencia, marginación y esclavitud a las que se ven sometidos tantos hermanos nuestros en todos los países del mundo.

Con mi bendición, feliz día del Señor.

Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara

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