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La selección de la bravura

La selección de la bravura
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:14h

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Si no fuera por la inteligencia del hombre, la bravura sería una excepción, un albur incierto más cercano al genio defensivo que al valor sustentado en una combinación de cualidades y caracteres deseados. El trabajo que precisa la difícil alquimia de la bravura, exige una enorme dedicación e inversión privada. Por lo general se desconoce cuál es el laboratorio donde se fragua y cuales son sus procesos
Tampoco se suele observar la medida de las dificultades y compromiso que entraña la cría de bravo.

La selección de la bravura, aplicada a los juegos del toro -los que le dan sentido a su existencia-, se inició hace ahora más de tres siglos. Desde entonces, ha ido evolucionando en paralelo con la evolución misma del toreo, hoy sustentado en una enorme exigencia y en unos cánones artísticos impensables tiempo atrás.

El trabajo del ganadero de bravo empieza mucho antes de tan siquiera pensar en adquirir una finca, un hierro y unos lotes de vacas bravas y de sementales para crear su divisa. El ganadero tiene que saber, entre otras muchas cosas, bucear en la historia de los encastes, en su evolución y adecuación al toreo presente, anticipándose incluso a la misma y a la de los gustos y sensibilidades del público; por supuesto, debe además conocer los suyos propios para ser capaz de mantener y desarrollar unos criterios cuyo éxito último nunca está exento de una enorme incertidumbre. Exige capacidad de inversión y de trabajo en equipo, buen talante y habilidad negociadora, y por supuesto, saber del campo, del manejo de lo bravo y de sus necesidades.
El hábitat de la bravura
El campo es el único espacio donde el toro puede desarrollar en libertad sus instintos y la fuerza física necesarios para su fin último: la lidia, el toreo. Aunque en muchas fincas de bravo se reserva una parte de las mismas para la agricultura -pensando en la mejor y más optimizada alimentación de su ganadería-, la mayor extensión la ocupan las dehesas. Entre 500 y 1.000, o incluso más hectáreas, divididas en tantas parcelas como sementales y lotes de vacas, añojos, erales, utreros y toros cuatreños, pobladas de encinas y alcornoques preferentemente, de acuerdo con el mejor aprovechamiento de los nutrientes de sus pastos, su orografía y fuentes de agua. Como además es necesario facilitar el manejo del ganado importunándole lo mínimo posible, accesos y pasos deben pensarse con gran cuidado. El manejo del ganado bravo nada tiene que ver con el de los animales domésticos, y menos aún con el que se cría y engorda estabulado.
El tamaño sí cuenta
Por lo general, las ganaderías bravas suelen contar entre 200 y 300 vacas de vientre y entre 8 y 10 sementales. Victorín Martín, uno de los mejores ganaderos del mundo, afirma que “con menos de 350 vacas, en una ganadería no puedes hacer nada. Por todos los temas de viabilidad genética, de endogamia y del resto de factores que hay que tener en cuenta”. De acuerdo con este criterio están los responsables de ganaderías como la de Juan Pedro Domecq, Núñez del Cuvillo, Jandilla, Alcurrucén, Victoriano del Río, la Dehesilla, Valdefresno, Garcigrande y algunas más. Aunque no es una ciencia exacta, y un número excesivo de animales puede incidir en la falta de control por defecto de dedicación, se corresponden generalmente con las más bravas, mejores y más cotizadas. Podemos hablar entonces de 300, 400 e incluso más vacas, con un porcentaje anual de partos de aproximadamente un 80%, divididos más o menos al cincuenta por ciento entre machos y hembras. Las vacas se tientan todas: unas se aprueban, pasando a engrosar la vacada, y otras se venden para carne o para refresco de otras ganaderías. Para seleccionar sementales se suelen “quemar” (como se dice en el argot taurino ya que no se venden y lidian en las plazas) entre 10 y 20 novillos al año, dependiendo de la ganadería, del número de pariciones y del juego y edad de los sementales en activo. Si tenemos en cuenta que para sacar 15 corridas se necesitan unos 120 toros, y que hasta que estos cumplen la edad reglamentaria tienen que pasar cuatro años, estamos hablando de más de mil cabezas de ganado que viven permanentemente en cada una de estas ganaderías.

Pensar en lo que cuesta mantener unos pocos animales domésticos permite hacerse una idea de la dimensión de una empresa que mantiene en su hábitat más de mil bovinos fieros y salvajes.
Odiosas comparaciones
Reflexionar sobre las 600.000 cabezas de ganado vacuno de engorde sacrificado cada año en los mataderos industriales españoles, sus condiciones de cría y su tiempo de vida, en contraste con los apenas 20.000 toros y novillos que se lidian cada temporada, en las plazas o en las calles, para defender el hábitat y la existencia de más de 350.000 animales bravos que viven en libertad.

Dimensiones al margen, la selección de la bravura implica, entre otras muchas cosas, una observación constante del desarrollo y comportamiento de los animales y de sus familias y productos, en el campo, en la plaza de tientas y en la plaza. La semana próxima nos acercaremos hasta algunas de las grandes fincas ganaderas del mundo para conocer mejor sus secretos.

Texto: Carlos Arévalo Nonclercq
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