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De Fulton Street a Guadalajara

De Fulton Street a Guadalajara

Por Lord Charles Albert
domingo 20 de julio de 2025, 14:06h

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Hace ahora 25 años que visité Fulton Street…¡tempus fugit!, y aún recuerdo el olor a salitre pegado a las piedras, el eco metálico de los antiguos muelles y ese aire denso que parece quedarse flotando entre los edificios de ladrillo rojo.

No quedaba ya rastro del puerto pesquero que fue, pero sí quedaban las lonjas, reconvertidas entonces —con más audacia que normativa— en viviendas abiertas, con techos altísimos, vigas a la vista y ventanas del tamaño de una pantalla de cine. Eran los lofts, esos espacios que la arquitectura industrial del siglo XX nos dejó como herencia inesperada. Y a mí, que venía de pasear por una España de tabiques y pasillos, aquello me pareció casi una revolución estética.

Lo curioso es que los lofts no nacieron como diseño de lujo, sino como necesidad. En el Nueva York de los años veinte, Fulton Street era un hervidero de actividad: descarga de pescado, lonjas, cámaras frigoríficas… Y cuando el puerto perdió protagonismo y los barcos dejaron de llegar, aquellas naves quedaron vacías. Décadas después, en los años 60, artistas sin dinero pero con mucho ingenio ocuparon esos espacios industriales para vivir y trabajar. Allí, entre óleos, madera crujiente y paredes desconchadas, nacieron galerías improvisadas, escuelas de danza y estudios de fotografía. El loft fue, en su origen, una forma de resistencia y de reapropiación: una solución habitacional sin concesiones, pero con mucha identidad.

Hoy, sin embargo, la palabra loft aparece en los catálogos inmobiliarios como sinónimo de cocina de mármol, suelo radiante y “estilo industrial” de catálogo. Se ha convertido en un lujo disfrazado de autenticidad. Nos venden lo que fue marginal como si fuera elitista. Y ahí está la paradoja: lo que fue un refugio de quienes no podían pagar un alquiler convencional, es ahora un objeto de deseo para quienes pueden permitirse pagar por la ilusión de una vida bohemia que, seguramente, nunca vivirán.

¿Y qué tiene que ver todo esto con Guadalajara? Pues mucho. Porque he paseado mi ciudad, la he disfrutado y pateado como quien busca cicatrices en el asfalto. Y lo que veo aquí —y en tantas otras ciudades medianas de España— son locales comerciales cerrados, sucursales bancarias abandonadas, oficinas de telefonía desiertas, antiguas salas de cine convertidas en esqueletos de cemento. Espacios urbanos desaprovechados que bien podrían ser repensados como lofts accesibles, funcionales, modulares. No para el lujo, sino para la vida. Para los jóvenes que quieren montar un pequeño negocio, una consulta de fisioterapia, un estudio de diseño, una galería de arte o simplemente un hogar.

Reconvertir esos espacios en vivienda no es solo una solución arquitectónica, es una apuesta social. Frente al drama del alquiler y la inaccesibilidad de la vivienda en España, los lofts pueden ser una salida inteligente, urbana, sostenible y…hasta poética. No necesitamos más promociones de adosados con nombre de pájaros y flores. Necesitamos barrios vivos, con gente que emprenda, cree, pinte, cure, piense y… viva.

Y no puedo evitar preguntarme: ¿qué diría un viejo estibador de los años veinte si viera hoy su almacén transformado en un salón con domótica y cafetera italiana? Quizá se encogería de hombros. O quizá sonreiría al ver que, de algún modo, su viejo muelle sigue siendo refugio. Aunque sea con suelo radiante.

P.D. : Pero aparece un enemigo invisible: la normativa urbanística, generalmente obstaculizadora. Intereses de promotoras y constructoras se plasman en planes generales restrictivos.

En España, muy pocas ciudades han adelantado regulaciones específicas para los lofts. Madrid es una de las pocas que permite el cambio de uso de local a vivienda (con condiciones: superficie mínima, ventilación, trámites en el PGOU). Barcelona, en cambio, limita mucho más esas transformaciones. En ciudades medianas, sencillamente no hay ni siquiera un marco para pensarlo. Y los ayuntamientos, donde radica esa habilidad para regular con innovación, a menudo no manifiestan agilidad…ni creatividad.

Creo que es momento de exigir políticas públicas decididas: agilizar y simplificar los trámites para cambiar el uso de locales comerciales a residenciales mixtos; ofrecer incentivos fiscales, licencias exprés (como están implementando en Zaragoza) y fomentar modelos como el de Arrecife, Lanzarote, donde casi 40 locales se transformaron ya en vivienda gracias a medidas normativas pragmáticas.

Donde algunos ven un problema (local cerradísimo), otros podemos ver una oportunidad urbana: viviendas accesibles, espacios de emprendimiento cultural, nuevos vecindarios que reviven con impulso creativo a pide de calle… Esa es la España que urge construir.

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