El Tenorio Mendocino estrena este año su Interés Turístico Regional
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| Es la primera escena de las dos escenas en un cementerio. También conocida como del escultor. Se realiza en el Jardín del Convento de la Piedad, en la fachada de Covarrubias. La familia de Don Juan Tenorio, en concreto su padre Don Diego, emplea su dinero en hacer cuatro estatuas a modo de mausoleo en los jardines de su casa como homenaje a las víctimas de su hijo. |
Ya son diecinueve años de representaciones de el Tenorio Mendocino en Guadalajara. Desde el año 1991 hasta la actualidad se han sucedido múltiples cambios en esta actividad tan alcarreña
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:14h
Guadalajara puede presumir de dramática. La histórica representación del Tenorio Mendocino en diferentes enclaves de la capital esta de estreno este año. La Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha acaba de reconocer esta actividad que cumple diecinueve años, como de Interés Turístico Regional.
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| La segunda escena transcurre en la fachada del Palacio de la Cotilla. Es la casa de Doña Ana de Pantoja, una mujer con la que se va a casar Don Luis. Sin embargo, Don Juan la gana en apuesta el día antes de casarse. |
Durante años se reunían los miembros del grupo de Amigos de la Capa para cenar en la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre. Una anécdota en el año 1988 entre Javier Borobia y Josefina Martínez desembocó en el espectáculo actual. Durante la cena Josefina se marchó un momento y cuando regresó lo hizo tocada con una servilleta y una vela en la mano. Apagaron las luces y al verla, Borobia expetó: “¿Quién es aquella ánima que viene de los infiernos?”. A lo que Josefina replicó: “Soy la ánima que viene de los infiernos”.
Esa fue la primera vez que Josefina actuó en la noche de las ánimas. Desde 1991 en que se celebró por primera vez de manera pública el Tenorio Mendocino, no se ha perdido ninguna temporada. Siempre en el papel de Doña Brígida.
Año tras año, a más
El Tenorio Mendocino comenzó a representarse en Guadalajara en 1991. Sin subvención alguna veinte valientes se echaron a la calle. Ahora son más de 180 las personas que intervienen en la obra ya sea como actores o técnicos de sonido e iluminación.
Aquella primera vez tuvo una primera escena en la plaza de San Esteban y desde allí se trasladaron los actores hacia el patio del actual Instituto Liceo Caracense para concluir con dos escenas en el Palacio del Infantado. Muy pocos guadalajareños sabían de la
celebración de este acontecimiento. Sin embargo, al ver las velas y los actores en la penumbra de la noche fue arremolinándose una interesada muchedumbre.
En el año 1992 se subieron al carro del Tenorio las instituciones. Ayuntamiento, Diputación y Junta de Comunidades comenzaron a aportar su granito de arena para esta representación que hoy ha alcanzado el máximo reconocimiento a nivel regional. Años más tarde se sumaría la aportación de la Caja de Guadalajara.
Con este dinero se llega a duras penas a pagar los gastos que conlleva todo el montaje. Sin embargo, no está de más recordar que todos los actores actúan por amor al arte, nunca mejor dicho. Incluso una reconocida actriz a nivel nacional como Abigail Tomey aporta su colaboración desinteresada.
Siete escenarios únicos
Desde el año 1992 se han ido incorporando escenarios. Incluso se ha añadido una doble función y ahora se representa la noche del 30 al 31 de octubre y la del 31 al 1 de noviembre. Así los visitantes llegados desde toda España pueden unirse a los locales y ver las diferentes escenas.
Como cada año la primera escena dará comienzo en la iglesia de Santa María con la representación de la Hostería del Laurel. A continuación se desplazan todos los actores y técnicos hasta el Palacio de la Cotilla donde está situada la casa de Doña Ana de Pantoja. En el Liceo Caracense se representa el convento donde Doña Inés está recluida.
En cuarto lugar, la escena del sofá donde Don Juan se declara a Doña Inés sucede dentro del Palacio del Infantado. El jardín del Convento de la Piedad acoge la escena del escultor antes de desplazarse hasta la Iglesia de los Remedios donde se produce la cena entre Don Juan y el Comendador. Se echa el telón con el cortejo fúnebre de Don Juan desde el Infantado hasta los Jardines de Covarrubias . Hasta cerca de las tres de la madrugada se prolonga un espectáculo singular y entretenido que no tiene parangón con ningún otro.
Son muchas las anécdotas que se han sucedido durante todos estos años en las representaciones. Una de las muchas que conoce la propia Josefina Martínez tuvo lugar en la primera escena del año 1992. Debía celebrarse en el bar La Cotilla y cuando llegaron los actores, era tal el gentío que se agolpaba en el local que no podían entrar. Tuvieron que hacer un esfuerzo para colarse a representar. Alguno de los ocupantes del bar llegó a reprenderlos, diciéndoles que si querían entrar, que hubieran llegado antes a coger sitio.
El esfuerzo de Javier Borobia, Josefina Martínez, José Luis Matienza, Teodoro Pérez, Fernando Revuelta, José Antonio Suárez de Puga y el fallecido Fernando Borlán ha dado su fruto. Guadalajara ya puede mostrar a toda España su representación de Don Juan Tenorio bajo el auspicio de la declaración como actividad de Interés Turístico Regional.
Ahora sólo queda esperar poco más de un mes para volver a disfrutarlo en las calles de la capital provincial.
Javier Borobia, creador, “alma mater” e impulsor del Tenorio Mendocino
Aunque el Tenorio Mendocino es un proyecto coral, su creador, alma mater y principal impulsor fue Javier Borobia quien, además, asumió durante muchos años las funciones de productor, con la inestimable ayuda de Teodoro Pérez Berrinches y de Josefina Martínez, doña Brígida en la escena; de director, con Abigail Tomey -¡qué excelentes ineses y anas de pantoja encarnó en su día!- auxiliándole y complementándole en las últimas ediciones y, por supuesto, de actor pues desde que esta singular propuesta teatral itinerante salió a la calle en 1992, representada en escenarios monumentales vinculados a la, durante varios siglos, principalmente el XV y el XVI, poderosa familia Mendoza, Javier siempre asumió el papel del Comendador, don Gonzalo de Ulloa, un rol pintiparado para él.
He dicho intencionadamente que el Tenorio Mendocino “salió a la calle” en 1992 y así fue exactamente, pues desde varios años antes, en los bajos del viejo restaurante del Ventorrero, desde hace años llamado Miguel Ángel, y también por iniciativa de Borobia, se representaban unas escenas del Tenorio durante la cena que daba inicio a la temporada “capista”, o sea, la primera pitanza de la Asociación de Amigos de la Capa que daba comienzo a su ciclo anual de actividad y que, como no podía ser de otra manera, tenía lugar cuando la pañosa ya se hacía necesaria mediado el otoño, en la víspera de la festividad de Todos los Santos. Y se bien de lo que hablo porque, en 1985, por cierto, apenas unos días antes de casarme, Javier me embarcó en su maravillosa aventura tenorista y me pidió que representara el papel de Don Juan que, quienes me conocen físicamente, bien saben que no me va precisamente al dedo. Pero yo a Javier jamás le he podido negar nada porque, además de como un amigo del alma, le tengo por un hermano, pues su impresionante calidad humana, su generosidad, su inteligencia, su creatividad, su afectividad y su tremenda vocación castellanista y guadalajareñista, que son sólo algunas de sus muchas virtudes, siempre me cautivaron y traté de tomarlas como referencia y ejemplo.
No quiero, y no debo, concluir estas líneas que, encantado, escribo para Guadanews, sin tener un recuerdo especial para Fernando Borlán, el poeta-profesor peripatético como yo le llamaba, fallecido en 2008, y que fue un colaborador determinante para que Javier se decidiera a poner en marcha el Tenorio Mendocino, aportando, además de su conocimiento de las artes escénicas, su liderazgo sobre un amplio grupo de jóvenes estudiantes del Brianda que se sumaron a este maravilloso proyecto y que fueron las primeras “Gentes de Guadalajara”, afortunadamente luego engrosadas por muchas más, de todas las edades y condiciones y que, cada año, hacen posible que el sevillano Don Juan vuelva a la castellana Guadalajara en la víspera de Todos los Santos, aunque no pocas veces sea para tiritar de frío bajo los castaños del patio exterior del viejo Brianda, haciendo de panteón de los Tenorio, o junto al atrio de Santa María, simulando ser la Hostería del Laurel.
Jesús Orea Sánchez.
Texto: José Luis Arcángel
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| La sexta escena es la de la cena. Se representa en la antigua Iglesia de los Remedios, el actual paraninfo de la Universidad. Don Juan reta al comendador a cenar con él y este se presenta ante la sorpresa de Tenorio. |