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Carlos Arévalo Nonclerq

Una especie en peligro de extinción (I)

Mucha gente, incluso aquí en España, desconoce absolutamente la morfología, la genética y los caracteres de una vaca brava. Un animal único, una especie a la que hoy se está poniendo en peligro de extinción./ Foto: Carlos Arévalo Nonclercq
Mucha gente, incluso aquí en España, desconoce absolutamente la morfología, la genética y los caracteres de una vaca brava. Un animal único, una especie a la que hoy se está poniendo en peligro de extinción./ Foto: Carlos Arévalo Nonclercq
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:14h

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Leones, zebras, delfines, hasta veintisiete especies de animales han sido oficialmente declaradas extinguidas en los últimos veinte años.

Y no sólo animales. El “mercado”, ese aparentemente extraño ente abstracto, sacrifica metódicamente la vida de miles de seres que han tardado millones de años en desarrollarse.

Algunas organizaciones luchan por salvar de esta sangría especies tan singulares. Como el lince ibérico, aquí, en nuestro país, en nuestro propio hábitat.

La lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, una entidad reconocida por la Unesco a nivel mundial, contabiliza 2.448 grupos de animales (taxones) y 2.280 de plantas en peligro de extinción. Y otros, 1.665 y 1.575 respectivamente, en “peligro crítico”.

De todos los argumentos presentados por los defensores de la fiesta en el debate que se mantiene desde hace al menos dos siglos sobre la pertinencia o no de las corridas de toros, uno de los más importantes es relativamente reciente y tiene sin duda carácter ecológico.

No nos llevemos a engaño. Es absolutamente demostrable que la prohibición de la fiesta de los toros condenaría a estos, a toda su raza, a una muerte definitiva. Con algo de suerte se conservaría algún ejemplar en algún zoo durante unos años. Pero, a efectos prácticos, los borraría de la faz de la tierra.

Es aterrador que algunas personas que se dicen defensoras de los animales cometan este crimen. Contra los toros, contra todas las especies que su hábitat protege. La consecuencia que para los seres humanos tiene la aniquilación de las especies es grave, enormemente grave.

No se debe confundir a la gente argumentando mentiras como si fueran verdades. Los Leones del Cabo no eran gatitos a los que se pudiera dar besitos y poner un lazo o un cascabel. Ni los Tigres de Tasmania o los Persas. Hoy han sido extinguidos. El toro bravo no es tampoco una especie de fácil manejo, como sugiere frívolamente el “filósofo” Jesús Mosterín. El toro bravo, entre otras cosas, es una animal territorial que como tal defiende su espacio atacando con violencia a todo aquel que ose cruzarse en su camino. En la plaza y en el campo. La comercialización de su carne no resulta rentable debido principalmente al gran espacio natural que precisa (defiende) para desarrollarse, y a la dificultad de su transporte. Su fuerte constitución lo hace además poco o nada competitivo frente a las carnes blandas de los animales de engorde. No es una teoría, que como decía Leonardo da Vinci, sólo es una ciencia sin práctica. Es una realidad.

La “ingenuidad” de los antitaurinos, “amparados” por determinados intereses políticos bajo una falsa bandera de la candidez, me recuerda una sentencia de un compañero, periodista y reportero de guerra, que decía que la imparcialidad puede ser en ocasiones la mayor de las violencias. Y es de dudosa moral. Si tiene efecto la prohibición de los toros, en 2012, en Cataluña, no se dejarán de matar doscientos toros en Barcelona. Sencillamente, no nacerán. Ni ellos, ni sus madres, ni sus hermanos en generaciones futuras, año tras año. Miles de animales ya no serán necesarios para ese mercado que mencionaba al principio. Un mercado complejo, pero no tan abstracto como algunos quieren que pensemos. Un mercado tras el que se ocultan organizaciones lideradas por hombres y mujeres con nombres y apellidos. Un mercado que mueve los hilos de la política mundial, nacional, regional e incluso local. Un mercado que facilita a monopolios internacionales el poder para decidir qué semillas se deben plantar en el mundo, qué especies deben de vivir, y cuales tienen que morir. Me pregunto si es moral, si es rentable y para quién.
¿Es legal?
Si cometes un delito, pagas por ello. Así está establecido por ley, y así lo aceptamos la mayoría de nosotros. Desconozco el código penal en relación con el sacrificio de especies. Ya sean plantas o animales. En algún lugar debe de estar tipificado, espero. Como espero que la iglesia, los gobiernos, los científicos y la sociedad en general, tomen urgentemente carta en los asuntos que son determinantes para nuestro futuro y el de nuestros hijos.

Ahora es el turno, entre otras especies, del toro bravo. La bomba de relojería en la que se ha convertido la aniquilación constante de razas enteras de seres vivos va camino de provocar el mayor genocidio de la historia del planeta tierra: la extinción del hombre. El reloj de la cuenta atrás avanza inexorable. Es una realidad que los niños aprenden cada día en todos los colegios del mundo. ¿No lo hemos entendido bien? ¿Se nos ha olvidado todo?
¿Desaparecerán las corridas de toros si la ley y el gobierno que elegimos los desampara? ¿Son los toros una especie en extinción? ¿Son los toreros una especie en extinción? ¿Somos nosotros una especie en extinción? ¿Qué es la bravura? ¿Qué violencia se esconde tras la mansedumbre?
Bienvenidos a la realidad del toro bravo. En las próximas semanas, con su permiso y si la suerte nos acompaña, seguiremos acercándoselo a ustedes desde estas páginas.

Texto: Carlos Arévalo Nonclercq

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