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INTERVIU Niños Robados: Al banquillo el segundo médico.

INTERVIU Niños Robados: Al banquillo el segundo médico.

Por REDACCION
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redaccionguadanewses/9/9/19
miércoles 02 de agosto de 2017, 19:06h

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A los dos días de dar a luz, en octubre de 1975, Adelina Ibáñez denunció a la maternidad de Santa Cristina por la desaparición de su bebé. No se creía que el niño hubiera muerto. De nada le sirvió. Cuarenta y dos años después, su segunda denuncia sí ha dado frutos. El ginecólogo que la atendió y que le comunicó la muerte de la criatura será juzgado.

Fue el propio director de la clínica quien registró al niño con un nombre falso. Adelina cree que el bebé fue entregado a otra familia, que lo inscribió como su propio hijo. Víctor Manuel Nieto Sandoval es un fantasma; es solo un nombre inventado en una partida de nacimiento. Varón. Hora de nacimiento: 5,50 del día 27 de octubre de 1975. Lugar: Maternidad de Santa Cristina (Madrid). Padre: No consta. Madre: No consta. Lo declara el director de la maternidad, que en aquel momento era el doctor José Zamarriego Crespo. El médico que aparece como el garante de que los datos de nacimiento son ciertos es el ginecólogo Joaquín Botija, que será el segundo facultativo procesado por el robo de bebés, después del doctor Eduardo Vela.

El margen izquierdo de la partida de nacimiento está limpio. Es el espacio donde consta si una persona ha sido adoptada, o donde aparece la fecha en la que solicitó la partida para conseguir el DNI o para casarse, por ejemplo. La vida de una persona queda reflejada en su partida de nacimiento. Pero la de Víctor Manuel lleva en blanco 42 años, quizá esperando como un espectro a ser liberado. Víctor Manuel es en realidad Bruno; es el nombre que había elegido para su hijo Adelina Ibáñez Mezcua, madrileña de 71 años, que el 27 de octubre de 1975 dio a luz, a las 5,50 horas, en la maternidad de Santa Cristina, atendida por el doctor Botija. Este facultativo fue quien supuestamente le informó de que el niño estaba grave, en la UCI, y que posteriormente falleció por un problema en la sangre. Pero no hay pruebas documentales de ello. El bebé desapareció, se esfumó. El Tribunal lo tiene claro: “No hay constancia de que el menor hubiera fallecido, ni de que fuera ingresado en la UCI, ni de que fuera dado en adopción”, expone el magistrado Manuel Chacón en un auto de la Audiencia Provincial de Madrid.

¿Dónde fue a parar, entonces, el recién nacido de Adelina Ibáñez Mezcua? No prescribe El caso de esta madrileña sentará en el banquillo al ginecólogo Joaquín Botija, de 73 años, que atendió el parto de Adelina e invocó, en su escrito de alegaciones, la posible prescripción de los hechos denunciados. Sin embargo el Tribunal le recuerda que la sustracción de un menor es un delito de carácter permanente y ordena que se abra auto de procesamiento contra el doctor Botija por la presunta comisión de los delitos de detención ilegal, suposición de parto, alteración de paternidad y falsificación de documento público . Veinticinco de junio de 1975. Adelina Ibáñez trabajaba en la famosa cafetería Manila, en la madrileña Plaza del Callao. Estaba embarazada de cuatro meses y separada notarialmente de su marido. Angustiada, la mujer acudió al Servicio de Asistencia Social de la maternidad de Santa Cristina, dirigido por sor María Gómez Valbuena –fallecida en 2013–, para pedir ayuda. Necesitaba unos días, una vez nacido el niño, para poner en orden su situación y poder registrar a la criatura. Pero a sor María le interesaba hablar de otro tema.

“Tendrás que darlo en adopción”, le expuso la monja. “No, no, quiero a mi hijo, solo necesito poder dejarlo aquí unos días mientras arreglo los papeles”, replicó la mujer. “Bueno, cuando des a luz ya hablaremos de lo que va a pasar”, zanjó sor María –según consta en el auto–, mientras le entregaba a Adelina una tarjeta para el parto por beneficencia. Domingo 27 de octubre de 1975. Adelina Ibáñez ingresó en la maternidad sobre las doce y media de la noche con fuertes dolores de parto. Le fue asignada una habitación en la segunda planta, donde se encontraba la zona denominada San Ramón, para madres solteras. Adelina parió allí. “Dí a luz sola en la habitación, lo expulsé y le toqué el cuerpecito. Inmediatamente me llevaron a otra sala o al quirófano. Me pusieron una mascarilla y me dormí”, recuerda esta madrileña. La extraña pareja Aquella madrugada en la que Adelina trajo al mundo a su hijo, que iba a llamarse Bruno, permanece grabada en su memoria. Ya por la mañana un médico subió a verla. Pudo ser el doctor Botija pues es el que figura en la historia clínica. “Le pregunté por qué me anestesiaron y me contestó que el niño venía con tres vueltas de cordón y que estaba en la UCI muy enfermo”. Ante la perplejidad de Adelina, que insistía en que el bebé había nacido antes de llevarla al paritorio, el médico no le permitió ver al niño, poniendo todo tipo de excusas, según consta en el auto: “Me decía que yo tenía mucho catarro y no lo podía ver; también me dijo que le estaban cambiando la sangre porque tenía el factor RH negativo. Incluso, me dijo que el niño era prematuro”, relata Adelina, que explica que su hijo pesó 3,2 kilos, según consta en el historial médico.

“Por supuesto que no fue prematuro”, dice. Adelina recuerda que, fuera de sí, intentó agredir al médico, al ver tanta excusa para impedirle ver a su hijo. Tuvo que intervenir sor María: “Mañana, a la una de la tarde podrás verlo”.

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