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Trichet se va, ¡adiós con el corazón!

Tuve que ir hasta la página web del BCE para rescatar el discurso de Trichet. Es un discurso breve, no creo que le llevase más de cinco minutos.

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:14h

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Jean Claude Trichet, el Presidente del Banco Central Europeo lleva varios días de despedidas. La semana pasada estuvo en Frankfurt despidiéndose y dando un discurso ante el Presidente del Parlamento Europeo, el Presidente de la Comisión Europea, el Presidente del Eurogrupo, etc. La noticia no tuvo mucha repercusión en la prensa, a duras penas cuatro párrafos en los medios de comunicación escritos. Sin embargo, es un acto interesante, en tanto en cuanto podría ser esperable que Trichet, en su discurso de despedida ante las principales instituciones europeas, dijera y tocara temas interesantes, y más en un entorno como el actual. Incluso podría ser que nos sorprendiera con algo que no fuera del todo políticamente correcto. Tuve que ir hasta la página web del BCE para rescatar el discurso de Trichet. Es un discurso breve, no creo que le llevase más de cinco minutos.

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En los primeros párrafos se quita de en medio respecto a ninguna responsabilidad en la actual crisis europea, ni en su origen ni en la búsqueda de solución. Y lo hace con una simpleza intachable: “Nuestro mandato es preservar la estabilidad de precios, y este objetivo es el que nos ha sido dado por los pueblos de Europa … por lo que nuestros logros han de ser medidos respecto a la consecución de ese objetivo … Durante 13 años, y a pesar de las turbulencias financieras, la inflación media anual ha permanecido ligeramente por debajo del 2% para 332 millones de ciudadanos”.

Efectivamente es así. En otras ocasiones ya hemos comentado que el mandato del BCE es el control de la inflación. Es el objetivo que tiene, y Trichet no puede inventarse otro. Y contra este objetivo es como tiene que medirse. Esto es muy inferior al mandato de la Reserva Federal de los Estados Unidos, que es “el empleo máximo, el control de precios y de los tipos de interés a largo plazo”.

Trichet, que tampoco puede obviar la que está cayendo, sabe que el mandato que tiene el BCE es de una simpleza insultante para los tiempos actuales (se podría decir sin mucho esfuerzo que es un objetivo conceptualmente equivocado, tanto en su fondo como en la forma de su puesta en práctica), y por eso continúa diciendo que a lo largo de los últimos cuatro años ha puesto en marcha medidas estándar para la consecución de ese objetivo, y “otras medidas no estándar para ayudar a las medidas estándar a conseguir su objetivo en tiempos de dificultades en los mercados”.

Esto no es así, aunque puede llegar a resultar interesante el quiebro que hace para justificar esas medidas no estándar. Se refiere, por ejemplo, a la compra de muchas decenas de miles de Euros de compra de deuda soberana de países europeos en dificultades. Creo que esto no tiene nada que con el control de la inflación.

Un poco más adelante dice lo que ya sabemos y que es el defecto principal del Euro: donde se debe avanzar es en un gobierno económico centralizado de los países de la Unión Monetaria Europea. Esto es muy difícil, casi imposible, y por eso simplemente deja caer que sería conveniente una rama ejecutiva económica, “aunque no fuera un ministro de economía ni tuviera que administrar un presupuesto federal con las siguientes funciones: en primer lugar el seguimiento estricto de las políticas fiscales con la capacidad en casos excepcionales de tomar decisiones cuando la economía de un determinado país ponga la Eurozona en peligro, en segundo lugar la integración de los sectores financieros, y en tercer lugar la representación de la Eurozona en instancias internaciones”.

Esto es muy poco.

Finalmente, Trichet hace uso de frases un tanto huecas, aunque no por ello dejan de ser ciertas. Dice que estamos en una época de crisis, y que las nuevas ideas salen cuando estamos inmersos en las crisis. Por esto, ahora es el momento de nuevas ideas que serán las que conformarán la Europa del futuro. Todavía no las conocemos, porque no se pueden prever, pero está seguro que saldrán de las democracias.

Vale. Estoy de acuerdo, pero sigo diciendo que es muy poco. Además, soy pesimista al respecto, porque la idea que puede salir es, por ejemplo: dejemos quebrar Grecia, quitemos el Euro y volvamos a nuestras monedas antiguas, etc. Aunque no sé si esto es ser pesimista o es ser simplemente realista.
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