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Carta semanal del obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara

Carta semanal del obispo: Concretemos la Misericordia

Concretemos la Misericordia

martes 23 de febrero de 2016, 11:53h

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Muchas personas, cuando hablan de la misericordia de Dios, la perciben como una realidad abstracta y lejana. El papa Francisco nos recuerda, sin embargo, que la misericordia divina es una realidad muy concreta. Es como el amor de un padre o de una madre que se conmueven en lo más profundo de sus entrañas por la suerte de sus hijos. Dios no sólo mira al ser humano y le acompaña durante su peregrinación por el mundo, sino que se conmueve interiormente por él (Cfr MV 6).

Ante la actuación compasiva de Jesús con los publicanos y pecadores, los evangelistas nos muestran la actitud hostil de los escribas y fariseos. Estos se consideraban buenos por el hecho de cumplir hasta la última tilde de la ley y no admitían que Dios invitase a otros a formar parte de su familia. El cumplimiento de unas normas había provocado la dureza de su corazón, llegando incluso a considerarse superiores a los demás. Ante esta actitud de superioridad, Jesucristo les recordará que no basta cumplir la ley para salvarse. La alabanza que sale de los labios debe coincidir con los sentimientos del corazón.

En ocasiones, algunos cristianos, sin darnos cuenta, podemos actuar también de forma similar a los escribas y fariseos en las relaciones con nuestros semejantes. Todos corremos el riesgo de considerarnos mejores que los demás por el hecho de cumplir a la perfección nuestras prácticas religiosas. Para no dejarnos arrastrar por esta tentación, hemos de permanecer vigilantes y revisar si la relación con Dios nos ayuda a abrir el corazón a los demás y a cuidar especialmente de los pobres y marginados.

Si nos paramos a examinar los comportamientos con nuestros semejantes, podremos descubrir que, en ocasiones, nos faltan entrañas de misericordia y de compasión con ellos. Por tanto, además de pedir perdón a Dios porque no nos duele el corazón al contemplar los pecados y las necesidades de nuestros semejantes, tendríamos que darle gracias porque, a pesar de nuestras incongruencias y pecados, nos sigue amando y acepta nuestro humilde servicio en la acción evangelizadora de su Iglesia.

Asimismo, deberíamos revisar también nuestro compromiso en la evangelización pues no es posible anunciar el Evangelio a los demás desde la frialdad o la indiferencia, sin conmovernos interiormente por el amor entrañable de Dios hacia todos sus hijos. Como primer paso para el anuncio explícito del Evangelio, los cristianos tendríamos que mostrar siempre entrañas de misericordia hacia nuestros semejantes. No basta dar cosas a los demás, sino que es preciso mostrarles un amor desinteresado.

En todo momento hemos de pedir a Dios que nuestro trabajo pastoral y nuestra misión en su viña no nos aleje de su amor y del amor a los hermanos. Si somos buenos cumplidores de los mandatos divinos y fieles intérpretes de lo que siempre se ha hecho, pero nuestro corazón está lejos de Dios y de los hermanos, será preciso que examinemos nuestra espiritualidad a la luz de la Palabra de Dios.

Con mi bendición, feliz día del Señor.

Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara
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