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Carta semanal del obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara

Dios crea para salvar

Dios crea para salvar

“Esto nos muestra la iniciativa creadora de Dios. Él crea el mundo y el hombre para encarnarse”

miércoles 02 de septiembre de 2015, 10:20h

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La Sagrada Escritura nos permite descubrir que el concepto de creación no se puede reducir simplemente al llamamiento de Dios a los seres que no son, para que sean y existan. Cuando los autores sagrados hablan de creación se están refiriendo también a la conservación de los seres en la existencia, a la reconstrucción de la creación degradada por el pecado del hombre y a la orientación de la creación a la plenitud de ser y de sentido que es la salvación.

Concretamente, el libro de la Sabiduría nos ofrece una importante clave para interpretar y entender bien la idea de creación y la misma historia de las relaciones del hombre con Dios, su Creador. Refiriéndose a Dios, dice el libro de la Sabiduría: “Amas a todos los seres, y nada de lo que hiciste aborreces; si algo odiases, no lo habrías creado. ¿Y cómo podría subsistir cosa que no hubieses creado? ¿Cómo se conservaría, si no la hubieses llamado. Mas tú todo lo perdonas, porque todo es tuyo, Señor que amas la vida” (Sab 11, 24-26).

De la lectura de este texto sapiencial se deduce fácilmente que la historia de las relaciones de Dios con el hombre es una historia de amor, que tiene su comienzo en la creación. Este amor de Dios es el que da el ser al mundo y, como consecuencia de ello, toda la realidad creada puede ser entendida no como un fruto del azar o de la necesidad, sino como expresión de la libertad divina. Por eso, la historia de las relaciones entre Dios y el hombre ha de ser leída como un diálogo de libertades.

En cada una de las fases de la creación, el atributo divino que sobresale sobre los demás es el amor. Dios, que es amor en plenitud, crea para amar y salvar. Él quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Esto pone de manifiesto que, más allá del poder y de la omnipotencia divina, hemos de contemplar la bondad infinita, la generosidad sin límites y el amor ilimitado de Dios, que le llevan a actuar con total libertad para comunicar su amor. Así lo enseña el texto citado del libro de la Sabiduría cuando dice: “Amas a todos los seres… Señor que amas la vida”.

Además, en este mismo pasaje se pone también de manifiesto, incluso con más claridad que en el libro del Génesis, que la doctrina de la creación no pretende tanto responder a la cuestión del origen del mundo, sino al fundamento último de toda la realidad creada. La Biblia no busca el cuándo y el cómo de la aparición del mundo y del hombre sobre la tierra, sino la revelación del porqué y del para qué de la realidad creada. El porqué de la creación es el amor divino en cuanto comunicación del ser a lo que no es; y el para qué es ese mismo amor en cuanto oferta de salvación y plenitud de sentido a todo lo creado.

En el Nuevo Testamento la creación aparecerá siempre en referencia a Cristo. Él está en el final de la historia como Salvador porque antes estuvo en su comienzo como Creador. Si leemos atentamente el prólogo del Evangelio de Juan, vemos que es una relectura de Génesis 1 a la luz de la encarnación de Cristo. Entre la creación y la salvación se intercala el acontecimiento de la encarnación de Jesucristo. Por medio de Él fueron creadas todas las cosas y fue llevada a su realización plena la salvación del mundo. Todo se hizo por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de lo que fue hecho. Todo por Él, nada sin Él.

Esto nos muestra la iniciativa creadora de Dios. Él crea el mundo y el hombre para encarnarse. Se encarna, haciéndose uno de nosotros en todo menos en el pecado, para ofrecernos la salvación, y nos salva, comunicándonos la plenitud de la gracia y el don del Espíritu Santo (Jn 1, 14-16). Podríamos afirmar que Dios no es sólo el Creador de un mundo distinto a Él, sino que Él mismo ha querido hacerse criatura de este mundo para mostrarnos su amor y regalarnos la salvación y el perdón de los pecados.

Con mi bendición, feliz día del Señor.

Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara
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