El Escondite de Natallia

Insaciable Aurora

Podía oír su voz llamándola desde el piso de abajo. Ella metida en la bañera hizo caso omiso a su insistencia.

El agua ardía, pero así le gustaba más. Recostada con las piernas abiertas se acariciaba, mojándose con la ducha que caliente casi quemaba la rosada piel de su parte más íntima.

Cerró los ojos al mismo tiempo que un temblor invadía todo su cuerpo y echando la cabeza hacia atrás, juntó las piernas para atrapar un placer que se marchaba.

Deslizó el dedo indice dentro de su vagina, al mismo tiempo que movía sensualmente las caderas. Después el agua no fue suficiente, y atendió por fin la insistente llamada, contestándole dulce y amorosa, susurrando en alto su nombre, para que acudiera junto a ella.

Sabia que si la veía desnuda y entregada, consolaría como siempre sus insaciables ganas de amor y de sexo.

Cuando la vió abierta y mojada, Beni sonrió lascivamente, y se desnudó ansioso y desesperado por entrar dentro de ella.

Con solo una mirada sensual y seductora, lo invitó a que se uniera a su fiesta privada.

Follaron empapados de agua y deseo, inventando posturas inexistentes en la pequeña bañera, mezclando palabras soeces con palabras de amor, juntando realidad con imaginación, confundiendo cordura con locura.

Aurora, juguetona pero tramposa, cada vez que él iba a llegar, se alejaba, recostándose hacia atrás, para que el inmenso placer durase más, y mirándole a los ojos, se volvía a acariciar con el agua y callaba su suave protesta, tapándole la boca con un pequeño y perfecto pie.

Llegó al clímax tres veces, mientras él aliviaba su deseo con la mano, mirando cómo se amaba sola, hasta que ya no pudo más, y gritando su nombre, la cogió por la cintura para subirla encima suyo, y llenarla con su esencia.

Agotados de lujuria y de sexo, se quedaron dormidos en la pequeña bañera, sin importarles el frio ni la falta de espacio.

Incansables en el amor, se abrazaron buscando un hueco casi imposible dentro del agua.

Descansaron hasta que Aurora despertó invadida otra vez por la pasión y las ganas, y juntando los labios a su oído le pidió más y más, con una voz femenina y melosa, acariciando así su ego masculino, y su alma de niño grande.

Recorrió con la lengua todo su cuerpo, mojándolo de nuevo, y volviendolo loco, consiguió como siempre que la amara hasta el infinito, diciendo sin parar, en bajito, te quiero Aurora, te quiero....

El Escondite de Natalia