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El escondite de Natalia

El escondite de Natalia

Esta semana otro nuevo título : Cuarto oscuro

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:14h

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Cuarto oscuro

Unos golpes secos e insistentes la despertaron del sueño en el que estaba sumida.

Escondida en los asientos traseros de su viejo coche, hasta ese momento se había sentido segura.

Celosa de su intimidad no se apresuró en abrir la puerta.

Cuando lo hizo, la invitaron a acompañarlos, y Corina indiferente a la vida y a sus sorpresas, abrió la puerta y tambaleándose encima de sus altísimos tacones se fue con ellos, desconociendo en ese momento que empezaba a caminar un destino que ya estaba escrito.

Tres hombres y ella cruzaron el umbral para llegar a una habitación vacía y fría.

Cansada de sus mil noches de desvelo, se tumbó en el solitario sofá y se arropó para darse calor.

Todavía tiritaba, a pesar de las cinco mantas que cubrían su cuerpo menudo y femenino.

Le daba vueltas la cabeza, juntándose la resaca del mediodía con las copas de la tarde, sin dar tregua a los recuerdos que luchaban por salir de su encierro.

Oía voces envolviendo esa inhóspita y gélida habitación, pero no le interesaba escucharlas, ensimismada en sus enmarañados y enloquecidos pensamientos.

Se sobresaltó al sentir unos brazos fuertes y masculinos arropándola, y sin esperarlo, encontró unos ojos que la miraban extrañados y curiosos. No apartó los suyos intentando profundizar dentro de ellos para llegar a su alma, atraída ya por la media sonrisa que se dibujaba traviesa en su cara, y por un oscuro flequillo, que rebelde le tapaba la frente.

Acariciada por su mirada dejó de sentir frío, y apartando las mantas, se puso de pie para abrazarse a él, para juntar los labios a los suyos, queriendo probar su sabor y su olor, reconociendo otra vez el deseo, que libre e incontrolado recorría su cuerpo.

Abrió sus labios con la lengua y haciendo paso entre sus dientes acaricio la suya, suave como la seda y salada como el mar.

Olas inmensas de ganas invadieron su mente, aturullada y confundida por la mezcla de lujuria y alcohol, entumecida y confusa por el olvido y los recuerdos.

Se desnudaron con prisa, quitándose la ropa torpemente mientras se besaban y se mordían, mientras se acariciaban y se tocaban mutuamente el sexo, mientras se lamían regalándose esencia y saliva.

Desnudos subieron juntos de la mano por las escaleras que llevan al cuarto misterioso y oscuro del deseo, a medio camino entre el cielo y el infierno, a medio camino entre la locura y la razon, dejando atrás el único sentido que sobra en el amor, tan común como inútil e inservible, y cerrando los ojos a todo lo demás, curaron las heridas del corazón follando salvajemente de la forma que solamente saben hacer los locos y enajenados, que siempre viven lejos del miedo, en un cuarto misterioso y oscuro, a diez metros del suelo, sin tener que elegir entre el cielo y el infierno.

El Escondite de Natalia



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