Bravura, huevos, gestión y patria. Liquidación por saldo

En el toro, la rueda de la “fortuna” sigue llevándose por delante ganaderías de bravo enteras. Tras los Antanasio Fernández y los “patasblancas” de Cobaleda, ahora le ha tocado a Toros de Benavides enviar todas sus reses al matadero. Otras han recurrido al vacío sanitario como recurso para paliar, aunque sea mínimamente, el descalabro que supone vender lo bravo a precio de carne. Los ganaderos de manso no están mucho mejor. Ayer mismo estaba comprando unas polainas a mi hija en un centro de productos equinos y alimentación animal cuando me ofrecieron veinte cupos de vacuno a buen precio. Su propietario prefiere venderlos a criar unos animales cuya carne tendrá que vender por debajo del coste de producción. Observé también como un criador de caballos se llevaba pienso para vacas. Ante mi asombro, el dueño del establecimiento me precisó que es bastante más barato que el de caballos. No pasa nada. Pronto veremos mugir a nuestras yeguas. Y mientras al caballo español le salen cuernos por todos lados, la plaza de las Arenas de Barcelona se convierte en centro comercial y lugar de peregrinación para subyugados españoles dispuestos a liquidar sus últimos ahorros. ¿Ahorros? ¿Españoles? La sola mención de la bicha espanta. Convergencia se hizo con el poder en Cataluña animando a sus ciudadanos a especular a crédito; como todo quisqui. El ladrillo prometía ser más rentable que la industria, el trabajo, el campo o la carne-fuera esta animal o humana-. Y por eso ahora las cajas liquidan a precio de saldo los resultados de su mala gestión, soslayando animosamente la función para la que fueron creadas. Los créditos no atendidos por el sector inmobiliario y de construcción los pagarán los que no se pueden comprar siquiera una casa. Y Convergencia de nuevo al poder. No pasa nada. Las cajas se convertirán en bancos, esos entes abstractos siempre tan cercanos al mundo real, a la sociedad y sus problemas. Todo sea por la patria. ¿He dicho patria? Horror, he vuelto a mencionar a la bicha. Ahora que el amor a la tierra propia se confunde maniqueamente con rancios nacionalismos, el amor a la pela es lo que cuenta.

No pasa nada
Por eso la Monumental de Barcelona tiene también fecha de caducidad anunciada. En todo caso para lo que a celebración de corridas de refiere. Su propietario, el afable y taurino empresario Pedro Balañá casi la dejó morir de éxito en su tiempo tras hacer buenas cajas durante décadas. Ahora, con José Tomás herido y la casa Matilla organizando prudentes carteles con toros y toreros depreciados, sólo le queda esperar que llueva el maná del cielo. A partir de 2012, si nadie lo remedia, no vendrán más animales bravos a la Monumental. Ni siquiera nacerán, aunque esta plaza se llame próximamente Alcampo (la francesa Auchan). Que para eso, además de para destrozar el tejido empresarial del mediano y pequeño comercio, están estas benditas multinacionales. Y para especular con el precio de los cereales hasta duplicarlo. No pasa nada. Lo pagaremos todos.

Cojones y cabeza
El sector taurino trata de organizarse -es un decir-, y son los propios toreros los que ponen los medios, jugándose los güevos. Esto me recuerda una tarde con César Rincón tratando de enfundarse una taleguilla en el hotel Ritz de Barcelona (Sofitel en breve). La estrecha prenda se resistía porque una cornada envainada (herida interna por hasta de toro) había duplicado el volumen de su muslo izquierdo. Su apoderado, su hermano y mozo de espadas y un amigo consiguieron meterla mientras el que suscribe fotografiaba la escena. Apenas una hora después me crucé con el bravo torero colombiano en el callejón de la plaza. “¿A donde vas?”- le pregunté. “A la enfermería, a meterme un huevo que se me ha salido”- me contestó. Amén de la cornada envainada, César tenía cosida la bolsa testicular y los puntos habían saltado con el esfuerzo. El viril órgano colgaba, como un despojo, taleguilla abajo. Dicho y hecho. Una vez cosido, el pequeño gran hombre salió de la enfermería y mató al cuarto toro de la tarde. Con dos cojones.

Los mismos que ahora le echarán los toreros que se acartelarán en la ciudad condal para financiar la Mesa del Toro y reunir los 50.000 euros que precisa la Federación Taurina Catalana. Toreros y entidades taurinas han sellado un acuerdo para crear una estructura que recoja las 500.000 firmas necesarias para promover ante el Congreso de los Diputados una Iniciativa Legislativa Popular que intentará declarar la Fiesta Bien de Interés Cultural y derogar así la prohibición de la corridas en Cataluña.

Huevos, gestión y administración
A algunos les parezca soez hablar tanto de huevos. Y lo achaquen a una falta de inteligencia propia de las rudas gentes del toro. Pero es que sin el valor mínimo necesario no se puede pensar en la cara del toro. Ante el fantasma de la prohibición en Cataluña cabe preguntarse si el propio Balañá no tiene esos 50.000 euros que necesita la Federación Catalana. Cabe preguntarse porqué la patronal de un sector que produce millones de euros en beneficios no se moja directamente. Sólo la comunidad de Madrid recoge de Las Ventas casi seis millones limpios de euros todos los años. Los diez toreros más fuertes suman por su parte cerca de 30 millones de euros de beneficios anuales. Una broma al lado de los 60 que ha pagado el “embargado” Atlético por Torres. Pero suficiente de lejos para crear estructuras e infraestructuras. En lo público y en lo privado hay medios para ello. Lo que hacen faltan son las tres bes que decía Curro Romero: “balor, bista y buevos”. Y no es necesario recordar que la no administración y gestión es la peor de las administraciones y gestiones.

Bravura y patria
Pero aquí, como la cultura imperante es la de cada uno a lo suyo, todo el país anda enfrentado esperando no sé qué milagro.

El río revuelto es hoy ganancia para extraños pescadores. El recibo de la luz se dispara y Endesa, aunque la presida un ganadero de bravo, ya no es de los españoles; nos cuesta un huevo nuestra adicción al móvil o al net y nos vale otro llenar el depósito del coche para acercarnos al trabajo o al campo. Las grandes empresas e instituciones están demasiado lejos de los ciudadanos; el campo se muere y nos cargamos una fiesta que es un motor para nuestro turismo y economía.

Por eso, a todos ellos, y a esos catalanes que reclaman su independencia de España, les pediría más espíritu de equipo y menos anuncios. Y les recordaría unas palabras que el gran escritor y aficionado Mario Vargas Llosa pronunció en su discurso de recogida del

Nobel de Literatura, montera en mano:
“Ojalá que los nacionalismos no estropeen la feliz historia de España. Detesto toda clase de nacionalismo, ideología, o más bien religión, provinciana, de corto vuelo, excluyente, que recorta el horizonte intelectual y disimula en su seno prejuicios étnicos y racistas, pues convierte en valor supremo el privilegio moral y ontológico, la circunstancia fortuita del lugar de nacimiento”.

Hablaba -con dos- el escritor Peruano. Y hablaba de nacionalismos y sectarismos, apelando después a un sano sentimiento patrio, el que nace del amor y el respeto a la tierra. Ese que deberíamos integrar de una vez por todas para luchar con corazón, valor y cabeza por lo nuestro. Antes de que desaparezca en la próxima liquidación por saldo.

Texto: Carlos Arévalo Nonclercq