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Cincuenta años del "sueño de Luther King"

Cincuenta años del "sueño de Luther King"

Medio siglo después de la marcha de Washington, la igualdad sigue incompleta

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:14h

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El 28 de agosto de 1963, el reverendo afroamericano Martin Luther King lideró la 'Marcha por Trabajos y Libertad'. LEA AQUÍ EL DISCURSO ÍNTEGRO DE "I HAVE A DREAM"
Aquella mañana, Washington era una ciudad parapetada para la guerra. Hordas de comunistas y agitadores, como los habían descrito parte de los medios y las autoridades de la época, se disponían a tomar la capital en la Marcha . Tropas de la Guardia Nacional y 30 helicópteros patrullaban los cielos del National Mall. Y en la Casa Blanca, Kennedy contenía la respiración tras haber intentado en vano abortar la marcha. Temía que el caos arruinara sus planes para aprobar una ley que acabara con "la crisis moral" que suponía para el país la vergonzosa segregación de los negros.

Medio siglo después del famoso discurso de Martin Luther King, 'Tengo un sueño', que aportó una visión completa para el cambio en la convivencia entre blancos y negros, el paro entre estos últimos, que son el 13% de la población de EEUU, sigue siendo el doble que entre los blancos. Lo mismo ocurre con el nivel de pobreza, aunque el porcentaje se ha reducido del 56% en 1963 al 28% en 2011. Las disparidades también se notan en la esperanza de vida. Los varones blancos viven una media de cinco años más y las mujeres, tres. En cuanto a los ingresos medios, los negros ingresan 21.000 dólares al año, un 33% menos.

Discurso íntegro de Martin Luther King ‘I have a dream’.

Estoy orgulloso de reunirme hoy con vosotros en la que pasará a la historia como la mayor manifestación por la libertad en la historia de nuestra nación.

Hace un siglo, un gran estadounidense, cuya simbólica sombra nos cobija hoy, firmó la Proclamación de Emancipación. Este trascendental decreto fue un gran faro de esperanza para millones de esclavos negros, chamuscados en las llamas de una marchita injusticia. Llegó como un amanecer dichoso para acabar con una larga noche de cautiverio. Pero cien años después, las personas negras todavía no son libres. Cien años después, la vida de las personas negras sigue todavía tristemente atenazada por los grilletes de la segregación y por las cadenas de la discriminación. Cien años después, las personas negras viven en una isla solitaria de pobreza en medio de un vasto océano de prosperidad material. Cien años después, las personas negras todavía siguen languideciendo en los rincones de la sociedad americana y se sienten como exiliadas en su propia tierra. Así que hemos venido hoy aquí a exponer una situación vergonzosa.

Hemos venido a la capital de nuestra nación en cierto sentido para cobrar un cheque. Cuando los arquitectos de nuestra república escribieron las magnificientes palabras de la Constitución y de la Declaración de Independencia, estaban firmando un pagaré del que todo americano iba a ser heredero. Este pagaré era una promesa de que a todos los hombres –sí, a los hombres negros y también a los hombres blancos– se les garantizarían los derechos inalienables a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad.

Hoy es obvio que América ha defraudado en este pagaré en lo que se refiere a sus ciudadanos de color. En vez de cumplir con esta sagrada obligación, América ha dado al pueblo negro un cheque malo, un cheque que ha sido devuelto marcado ‘sin fondos’.

Pero nos negamos a creer que el banco de la justicia está en bancarrota. Nos negamos a creer que no hay fondos suficientes en las grandes arcas bancarias de las oportunidades de esta nación. Así que hemos venido a cobrar este cheque, un cheque que nos dé las riquezas de la libertad y la seguridad de la justicia.

También hemos venido a este santo lugar para recordar a América la impetuosa urgencia del ahora. No es momento de darse el lujo de tomar el tranquilizante del gradualismo.

Ahora es el momento de hacer que las promesas de democracia sean reales. Ahora es el momento de subir desde el oscuro y desolado valle de la segregación al soleado sendero de la justicia racial. Ahora es el momento de alzar a nuestra nación desde las arenas movedizas de la injusticia racial a la sólida roca de la fraternidad. Ahora es el momento de hacer que la justicia sea una realidad para todos los hijos de Dios.

Sería desastroso para la nación pasar por alto la urgencia del momento y subestimar la determinación de las personas negras. Este asfixiante verano del legítimo descontento de las personas negras no pasará hasta que haya un estimulante otoño de libertad e igualdad. 1963 no es un fin, sino un comienzo. Quienes esperaban que las personas negras necesitaran soltar vapor y que ahora estarán contentos, tendrán un brusco despertar si la nación vuelve a su actividad como si nada hubiera pasado.

No habrá descanso ni tranquilidad en América hasta que las personas negras tengan garantizados sus derechos como ciudadanos. Los torbellinos de revuelta continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que nazca el día brillante de la justicia.

Pero hay algo que debo decir a mi pueblo, que está en el cálido umbral que lleva al interior del palacio de justicia. En el proceso de lograr nuestro legítimo lugar, no debemos ser culpables de acciones equivocadas. No busquemos saciar nuestra sed de libertad bebiendo de la copa del encarnizamiento y del odio.

Debemos conducir siempre nuestra lucha en el elevado nivel de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra fecunda protesta degenere en violencia física. Una y otra vez debemos ascender a las majestuosas alturas donde se hace frente a la fuerza física con la fuerza espiritual. La maravillosa nueva militancia que ha envuelto a la comunidad negra no debe llevarnos a desconfiar de todas las personas blancas, ya que muchos de nuestros hermanos blancos, como su presencia hoy aquí evidencia, han llegado a ser conscientes de que su destino está atado a nuestro destino. Han llegado a darse cuenta de que su libertad está unida a nuestra libertad.

No podemos caminar solos. Y mientras caminamos, debemos hacer la solemne promesa de que siempre caminaremos hacia adelante. No podemos volver atrás. Hay quienes
están preguntando a los defensores de los derechos civiles: ‘¿Cuándo estaréis satisfechos?’ No podemos estar satisfechos mientras las personas negras sean víctimas de los indecibles horrores de la brutalidad de la policía. No podemos estar satisfechos mientras nuestros cuerpos, cargados con la fatiga del viaje, no puedan conseguir alojamiento en los moteles de las autopistas ni en los hoteles de las ciudades. No podemos estar satisfechos mientras la movilidad básica de las personas negras sea de un ghetto más pequeño a otro más amplio. No podemos estar satisfechos mientras nuestros hijos sean despojados de su personalidad y privados de su dignidad por letreros que digan ‘solo para blancos’.

No podemos estar satisfechos mientras una persona negra en Mississippi no pueda votar y una persona negra en Nueva York crea que no tiene nada por qué votar. No, no, no estamos satisfechos y no estaremos satisfechos hasta que la justicia corra como las aguas y la rectitud como un impetuoso torrente.

No soy ajeno a que algunos de vosotros habéis venido aquí después de grandes procesos y tribulaciones. Algunos de vosotros habéis salido recientemente de estrechas celdas de
una prisión. Algunos de vosotros habéis venido de zonas donde vuestra búsqueda de la libertad os dejó golpeados por las tormentas de la persecución y tambaleantes por los
vientos de la brutalidad de la policía. Habéis sido los veteranos del sufrimiento fecundo.

Continuad trabajando con la fe de que el sufrimiento inmerecido es redención.

Volved a Mississippi, volved a Alabama, volved a Carolina del Sur, volved a Georgia, volved a Luisiana, volved a los suburbios y a los ghettos de nuestras ciudades del Norte, sabiendo que de un modo u otro esta situación puede y va a ser cambiada.

Os digo hoy, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente enraizado en el sueño americano. Tengo un sueño:
que un día esta nación se pondrá en pie y alcanzará el verdadero significado de su credo: ‘Afirmamos que estas verdades son evidentes, que todos los hombres han sido creados
iguales’.

Tengo un sueño: que un día sobre las colinas rojas de Georgia los hijos de quienes fueron esclavos y los hijos de quienes fueron propietarios de esclavos serán capaces de sentarse juntos en la mesa de la fraternidad. Tengo un sueño: que un día incluso el estado de Mississippi, un estado sofocante por el calor de la injusticia, sofocante por el calor de la opresión, se transformará en un oasis de libertad y justicia.

Tengo un sueño: que mis cuatro hijos vivirán un día en una nación en la que no serán juzgados por el color de su piel sino por los rasgos de su personalidad. Tengo un sueño... Tengo el sueño de que un día allá abajo en Alabama, con sus despiadados racistas, con su gobernador que tiene los labios goteando con las palabras de interposición y anulación, que un día, justo allí en Alabama niños negros y niñas negras podrán darse la mano con niños blancos y niñas blancas, como hermanas y hermanos.

Tengo el sueño que algún día los valles serán cumbres, y las colinas y montañas serán llanos, los sitios más escarpados serán nivelados y los torcidos serán enderezados, y la gloria de Dios será revelada, y se unirá todo el género humano.

Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la que yo vuelvo al sur. Con esta fe seremos capaces de cortar de la montaña de desesperación una piedra de esperanza. Con esta fe seremos capaces de transformar las chirriantes disonancias de nuestra nación en una hermosa sinfonía de fraternidad. Con esta fe seremos capaces de trabajar juntos, de rezar juntos, de luchar juntos, de ir a la cárcel juntos, de ponernos de pie juntos por la libertad, sabiendo que un día seremos libres.

Este será el día, este será el día en el que todos los hijos de Dios podrán cantar con un nuevo significado: ‘Tierra mía, es a ti, dulce tierra de libertad, a ti te canto. Tierra donde mi padre ha muerto, tierra del orgullo del peregrino, desde cada ladera suene la libertad’.

Y si América va a ser una gran nación, esto tiene que llegar a ser verdad. Por eso, ¡que repique la libertad desde la cúspide de los montes prodigiosos de Nueva Hampshire Que repique la libertad desde las prodigiosas cumbres de las colinas de New Hampshire. Que repique la libertad desde las enormes montañas de Nueva York. Que repique la libertad desde las alturas de las Alleghenies de Pennsylvania. Que repique la libertad desde las Rocosas cubiertas de nieve de Colorado. Que repique la libertad desde las curvas vertientes de California. Pero no solo eso; que repique la libertad desde la montaña de piedra de Georgia. Que repique la libertad desde el Monte Lookout de Tennessee. Que repique la libertad desde cada colina y cada topera de Mississippi, desde cada ladera.

Que repique la libertad. Y cuando esto ocurra y cuando permitamos repicar a la libertad, cuando la dejemos repicar desde cada pueblo y cada aldea, desde cada estado y cada ciudad, podremos acelerar la llegada de aquel día en el que todos los hijos de Dios, hombres blancos y hombres negros, judíos y gentiles, protestantes y católicos, serán capaces de juntar las manos y cantar con las palabras del viejo espiritual negro: ‘¡Al fin libres! ¡Al fin libres! ¡Gracias a Dios Todopoderoso, somos al fin libres!"
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