Miércoles 03 de septiembre de 2025
Queridos hermanos en el Señor: Os deseo gracia y paz.
En el mes de septiembre recuperamos el ritmo habitual de nuestras actividades y costumbres. Después de haber renovado fuerzas, llega el momento de las programaciones. Lo hacemos con el deseo de vivir en clave misionera y evangelizadora nuestra condición de cristianos.
Hay algunas inquietudes que nos conciernen como comunidad creyente:
1) Las vocaciones. Hemos tomado conciencia de que cada uno somos una misión y que, a partir del bautismo, la llamada de Dios nos invita a responder con generosidad. El sacerdocio, la vida consagrada, el compromiso matrimonial y la responsabilidad seglar son cauces de respuesta. Quienes desean seguir a Jesucristo como sacerdotes o consagrados requieren nuestra oración intensa, nuestro acompañamiento fraterno y la seguridad de que dispondrán de los medios más adecuados para profundizar en sus procesos vitales.
2) La dimensión socio-caritativa de nuestra fe, con especial incidencia en la Doctrina Social de la Iglesia. Para que la fe se haga compromiso en la caridad y tenga reflejo en el tejido social, debe encontrar orientación en los textos que configuran el apasionante bagaje que la Iglesia ha desarrollado a lo largo de los siglos en reflexión sistemática, criterios, iniciativas y orientaciones.
3) El primer anuncio, entendido como novedad gozosa que facilita el encuentro con Jesucristo. Quienes no han oído hablar de Cristo, lo rechazan o ignoran, o incluso le dan la espalda, necesitan conocer y saborear la vida, el estilo, las palabras, los gestos, las actitudes y el horizonte de nueva vida que hallamos en el Hijo de Dios.
4) El mundo rural, como opción definida e integradora. No se trata de negar la realidad urbana de la diócesis, sino de considerar con atención y cuidado el conjunto de personas que viven en núcleos poco poblados y sufren las consecuencias de la lejanía geográfica, la falta de recursos y el olvido de las instituciones.
En estos cuatro últimos meses del Año Jubilar continuamos siendo peregrinos de esperanza. El itinerario recorrido no se agota, sino que se abre a nuevas oportunidades e iniciativas en esta nueva etapa.
Seguimos orando por la paz y nos unimos fraternalmente a quienes sufren por los incendios y otros desastres de la naturaleza.
Encomendamos a la Bienaventurada Virgen María nuestra vida y nuestra misión, nuestras propuestas y nuestras expectativas. Que Ella, Madre de la Esperanza, acompañe nuestro caminar e interceda por nosotros para que sepamos responder a los proyectos del Espíritu Santo.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
Julián Ruiz Martorell, Obispo de Sigüenza-Guadalajara
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