OPINIÓN

Carta semanal del obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara : Feliz Navidad 2020

Miércoles 16 de diciembre de 2020
El apóstol Pablo invita a los miembros de sus comunidades a permanecer alegres en el Señor, incluso en los momentos de dificultad y persecución. Esta alegría, que tiene su origen en el nacimiento de Jesucristo, hemos de mostrarla siempre, pero especialmente en estas fiestas de la Natividad del Señor.

Él es la presencia nueva y definitiva de Dios en medio de su pueblo, la gran esperanza para los hombres y mujeres de todos los tiempos.

En medio del sufrimiento provocado por la pandemia del coronavirus y de sus efectos maléficos para la salud de muchas personas conocidas y queridas, no podemos dejar de celebrar la Navidad. Si alguien tiene que estar alegre y feliz siempre, pero especialmente durante las celebraciones navideñas, somos los cristianos. En medio del dolor y del sufrimiento, desde Belén nos llega la luz del nuevo día, el día de nuestra salvación.

Quienes confesamos a Jesucristo como Señor y Mesías, pero también los ateos e indiferentes, necesitamos experimentar en todos los momentos de la existencia la presencia cercana de Jesús y de su amor. Él no nace para unos pocos elegidos, sino para todos los hombres y mujeres del mundo. Jesús viene a nosotros para salvar a los que se reconocen pecadores y para invitar a la conversión a quienes se consideran justos.

El Mesías, enviado por Dios, quiere caminar con todos para levantar nuestra esperanza caída, para llenar de sentido nuestra existencia y para recordarnos la meta de nuestro camino. Por eso, nos invita a escuchar su voz durante estos días porque desea encontrarse con nosotros y entrar a formar parte de nuestra vida para comunicarnos su alegría. “No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor” (EG 3).

Ciertamente, estas serán unas navidades distintas a las que hemos vivido otros años. Pero, las limitaciones de la libertad y los obstáculos para la movilidad, impuestos por las autoridades sanitarias para evitar la propagación del virus, no deben ser óbice para que celebremos y vivamos el verdadero misterio de la Navidad. Tal vez no podamos realizar las mismas actividades que otros años, pero sí podremos contemplar nuestra vulnerabilidad y postrarnos de rodillas en actitud de adoración ante el misterio de Dios, que se hace Niño, para que experimentemos su ternura y gocemos de su salvación.

Pero, la Navidad no será completa, si nos quedamos para nosotros solos la alegría, la paz y el amor recibidos del Señor. Es preciso que, después de celebrarlos en la liturgia, los mostremos a nuestros semejantes, especialmente a los más necesitados. En ellos se hace especialmente presente el Niño Dios.

Por eso, lo que hagamos o dejemos de hacer a los marginados y empobrecidos, se lo hacemos al mismo Jesús.

Unido a todos vosotros, queridos diocesanos, en la contemplación del misterio de la Navidad, os deseo de corazón la alegría y la felicidad que el Niño Dios vino a traer a la tierra durante las celebraciones navideñas y en el nuevo año. Que el Señor os bendiga.

2020

Atilano Rodríguez, Obispo de Sigüenza-Guadalajara


Noticias relacionadas