En una de las noches más esperadas por los niños ucranianos —la mágica Noche de San Nicolás, del 5 al 6 de diciembre— Fundación Madrina volvió a regalar esperanza. Más de 200 niños ucranianos refugiados y residentes en Madrid, junto a sus familias, vivieron anoche una fiesta cargada de emoción, memoria y futuro, en un homenaje profundo a la infancia que aún sueña pese a la guerra.
El escenario, vestido con luces cálidas y coronado por un coro de 30 voces infantiles ucranianas, dirigido por Lilia Tkachuk, llenó el auditorio de villancicos ucranianos y españoles. En medio de esta atmósfera de nostalgia y alegría, San Nicolás apareció entre aplausos: se trataba de uno de los profesores ucranianos rescatados por la Fundación Madrina en 2022, cuando el orfanato donde trabajaba —el mayor de Ucrania, ubicado en el Donbass— aún permanecía en pie.
Tras él, cien “ángeles”, voluntarios de Fundación Madrina y varios de aquellos mismos profesores rescatados —hoy empleados y parte fundamental de la entidad— avanzaron portando regalos y juguetes. Era la representación viva de lo que la fundación lleva más de dos décadas construyendo: “una familia que acoge, protege y acompaña”.
La noche que rompió en aplausos: la llegada de Andrii Lunin
La sorpresa mayor llegó cuando el portero del Real Madrid, Andrii Lunin, su esposa Anastasiia y su pequeño hijo de 4 años entraron en la sala. El público contuvo el aliento; los niños, muchos con la bandera de Ucrania en las manos, estallaron en gritos de emoción. La Fundación Madrina entregó a la pareja ramos de flores y un diploma de agradecimiento, mientras Lunin dedicaba sonrisas, abrazos y fotografías a todos los menores, desde bebés hasta adolescentes de 16 años.
Varias empresas colaboradoras, que desplazaron a varias de sus trabajadoras ucranianas para apoyar el evento, confesaban la emoción de ver a sus paisanos reunidos en una noche que tantas familias añoran: “San Nicolás es parte de nuestra infancia. Esta fiesta nos devuelve un pedacito de casa, aunque todavía extrañamos nuestro hogar en Ucrania”, compartía una de ellas.
Recordar para seguir protegiendo: el rescate de 2022
Durante el acto, el presidente de Fundación Madrina evocó un momento que marcó para siempre a la entidad. “En la víspera del 17 de marzo de 2022, con la guerra golpeando las ciudades ucranianas, la fundación rescató a 114 niños de entre 7 y 17 años, junto a sus 11 profesores, del gran orfanato de Ciudad de Nikolaevka, en la región de Donetsk, distrito de Kramatorsk, donde ahora solo hay piedras, al ser destruido. Dos autocares y un equipo de ocho voluntarios en una furgoneta grande, hicieron posible aquel viaje a través del miedo y el ruido de las bombas.
Hoy, ese orfanato —ya destruido y ocupado— es símbolo de una infancia herida, pero también de una esperanza intacta. Su directora, Elena, al llegar a España, pronunció una frase que anoche volvió a escucharse entre lágrimas: “Gracias por regalarnos un cielo sin bombas.”
“Gracias por regalarnos un cielo sin bombas.”
Desde el inicio de la guerra, la Fundación Madrina ha evacuado a más de 3.000 familias ucranianas, madres y niños que huían a más de 3.000 km de sus hogares, a través de autobuses, vehículos todoterrenos, y aviones.
También ha acogido directamente a más de 100 niños procedentes de orfanatos, muchos de ellos con historias que estremecen. Numerosos menores fueron secuestrados o trasladados por la fuerza hacia territorio ruso y posteriormente rescatados por Ucrania, viviendo así una doble herida: la del desarraigo y la del retorno sin hogar y a veces sin padres.
Infancias marcadas por el miedo
El presidente de Fundación Madrina compartió anoche algunos de los episodios más duros vividos con los niños acogidos. Recordó, con voz contenida, cómo varios menores recién llegados se escondieron debajo de las mesas en plena Plaza Mayor de Madrid al escuchar el estruendo de un globo explotando o el sobrevuelo de un helicóptero.
“Lo más doloroso —explicaba— fue ver cómo, en medio de la fiesta, sacaban sus móviles para abrir una aplicación que les avisa de ataques aéreos. Miraban la pantalla para comprobar si venían drones o misiles. Ese miedo no se borra fácilmente.”
También añadió otro testimonio que conmovió a todos los presentes: “Tenemos niños de 14 años que, víctimas del trauma de la guerra, todavía se hacen pis y necesitan pañales. La guerra les roba la infancia, pero también la dignidad más básica.”
Palabras que cayeron en la sala como un recordatorio de que la alegría de la noche convive con heridas profundas que aún necesita tiempo, cuidados y amor para sanar.
Una tradición que renace en Madrid
En Ucrania, la noche del 5 al 6 de diciembre es la más esperada por los pequeños. Es San Nicolás quien, silenciosamente, deja bajo la almohada los regalos que inauguran la Navidad.
La Fundación Madrina quiso que, pese al exilio, los niños mantuvieran viva esa ilusión. Y lo logró.
Los pequeños recibieron juguetes, libros, caramelos y mensajes de afecto de todos los voluntarios. Muchos de ellos aseguraban que “era la primera vez desde el inicio de la guerra que volvían a sentir la magia e ilusión de estas fechas”.
Un éxito colectivo
El evento fue posible gracias a cientos de voluntarios, entidades colaboradoras y empresas comprometidas que, una vez más, hicieron suyo el lema de la Fundación Madrina: “Ningún niño debe sufrir la guerra.”
El presidente de la fundación cerró la velada con una petición que hizo eco en el silencio emocionado del público: “Solo pedimos a San Nicolás un milagro: una paz justa y duradera que acabe con la muerte, las mutilaciones y el desplazamiento de los niños en Ucrania.”
Sobre Fundación Madrina
La Fundación Madrina trabaja desde hace más de 25 años en la protección integral de la maternidad, la infancia y las familias vulnerables. Desde el inicio de la guerra en Ucrania, ha liderado operaciones humanitarias de rescate, acogida y acompañamiento a miles de personas desplazadas, convirtiéndose en un referente de solidaridad internacional.