Puerta de las Villas, ese oro líquido

Intrigado por el contenido de la caja, rasgo el envoltorio y arranco el papel acolchado con impaciencia, ¿qué será?
Ante mí, una caja negra con forma de cofre. Levanto el cierre dorado y subo la tapa. Una fina y firme forma de botella aparece incrustada, circunscrita, dirían los matemáticos, rodeada de terciopelo azul. Mejor presentación, imposible. ¿Esto qué es? ¿El último perfume de Hermés? Ni mucho menos, es la última cosecha del Aceite de Oliva Virgen Extra Puerta de las Villas Gran Selección, procedente del Parque Natural de Sierra Cazorla, declarado Reserva de la Biosfera por la UNESCO.

Compruebo el remitente, y mis sospechan se ven confirmadas, mi amigo Javier Lean, me envía lo mejor de lo mejor del aceite español, para que lo disfrute, y de paso, le de mi opinión.

Como ya han caídos dos puros y dos tazas de té verde, tendré que esperar a mañana para hacer la solicitada y preceptiva cata.

Ya es mañana, y he dormido bien, aunque un poco inquieto, pensando en lo que tengo por delante.

Comienzo todo el ritual de la cata. Básicamente es el mismo que cualquier producto líquido, como por ejemplo el vino. Se huele, se degusta, se saborea y se tapa. Dejamos pasar unos treinta segundos y repetimos la operación. Esta segunda repetición no tiene otro objeto que confirmarnos las bondades y características del producto en cuestión.

Este zumo de aceitunas presenta un olor intenso y afrutado que inunda mis papilas olfativas . Tapo la copa, y vuelvo a inspirar por la nariz, todavía rezuma en el fondo de mis fosas nasales un ligero aroma a piel de manzana recién pelada. Vamos bien. Vamos a ver cómo se comporta en boca. Destapo la copa, y tomo un pequeño sorbo de este zumo de aceitunas. Distribuyo el líquido por la boca, cual elixir bucal. Vuelvo a repetir la operación con otro sorbo pequeño, haciendo inspiraciones cortas y sucesivas, y permitiendo, importantísimo, que el aire entre por la boca, para ayudar a la percepción retronasal, esto es, que los olores que todavía, volátiles, quedan en mi nariz, comulguen con mis papilas gustativas. El resultado es espectacular. Un sabor ligeramente amargo, pero cortado equilibradamente con un suave picante. Y es en este equilibrio, donde la variedad picual, conservando todos sus componentes naturales, consigue rayar en su perfecto equilibrio. El olor del fruto sano, fresco y recogido en el punto óptimo de maduración se combina con el sabor de las aceitunas verdes y frescas del sur, tocado por esa pizca de amargor, propia de la variedad picual.

Poco más me queda que añadir. Recomendar a los lectores, que si la crisis se lo permite, se den el capricho de levitar con este oro líquido. Y yo lo que haré mientras, será dar gracias a Dios para que me conserve la amistad de Javier, y esperar a mañana para volver a experimentar esta experiencia, casi religiosa. Un saludo