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Las Jornadas Medievales de Sigüenza llegan en julio a su XIX edición
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Las Jornadas Medievales de Sigüenza llegan en julio a su XIX edición

Se celebran cada año habitualmente en el segundo fin de semana de ese mes, con un programa variado, que cuenta con cerca de medio centenar de epígrafes diferentes a celebrar en dos días y medio intensos

Por REDACCION
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redaccionguadanewses/9/9/19
martes 12 de junio de 2018, 13:19h

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Cada año en el mes de julio, la ciudad de Sigüenza vuelve a poner en valor su atractivo medieval con la celebración de las Jornadas Medievales, que en 2018 llegarán a su decimonovena edición. Las organiza la animosa Asociación Medieval de Sigüenza, con el patrocinio y el apoyo del Ayuntamiento, y la colaboración de numerosas empresas y de la Diputación Provincial de Guadalajara.

Curiosamente, las Jornadas Medievales comenzaron en el último año del siglo XX, asomándose al XXI, como una excelente manera de recrear la historia de la ciudad, para la que sus calles, plazas y piedras son el escenario perfecto. En todo este tiempo, y después de haber sido declaradas Fiesta de Interés Turístico Provincial, el afán de los seguntinos por subrayar la historia de la ciudad ha hecho crecer el número de visitantes que acuden a la ciudad, al reclamo de las decenas de actividades programadas, siempre subrayando los trágicos e impactantes hechos históricos recreados.

Porque desde su primera edición, las Jornadas Medievales se articularon en torno a un personaje real, doña Blanca de Borbón, que estuvo recluida en el Castillo de Sigüenza durante cuatro años por su marido, Pedro I El Cruel. “De alguna manera, y además de poner en valor nuestra historia, y algunos de los momentos en los que los sucesos acontecidos en Sigüenza resultaron cruciales en el devenir de la historia de España, había una sensibilidad latente en torno a este personaje, injustamente tratado, al que nuestra ciudad rinde sentido homenaje”, valora Sonsoles Arcones, concejala de Cultura del Ayuntamiento de Sigüenza. Tan es así, que incluso año tras año, los seguntinos recrean el asalto al Castillo para liberar a la reina, un hecho que, en realidad, nunca sucedió.

Alrededor de estos y otros personajes del siglo XIV, la ciudad vuelve a aquellos días de una manera más real que figurada, dado el realismo de las vestimentas, o la cuidada selección de puestos medievales, que en número de hasta 140 jalonan las más emblemáticas calles y plazas del casco histórico. Alimentación, orfebrería y bisutería, decoración, cuero y madera, juguetes… Todo vuelve a ser en la ciudad como fuera hace setecientos años, para deleite de los sentidos y la imaginación de propios y extraños.

Porque en la Edad Media peninsular, la presencia histórica de Sigüenza es indiscutible, tanto por ser la época en que se erigen sus monumentos más representativos, la S. I. Catedral Cisterciense, siglo XII, de cuya consagración pronto se cumplirán 850 años, y el Castillo Episcopal, este último, protagonista principal de las Jornadas Medievales, como por el hecho de que durante el Medioevo, el episcopado de Sigüenza está presente en la gran mayoría de avatares históricos, por medio de sus obispos titulares.

Doña Blanca de Borbón fue la esposa repudiada por Pedro I de Castilla y de León, en el Castillo episcopal. Este es el acontecimiento que da pie a las Jornadas Medievales de Sigüenza. La Asociación Medieval Seguntina toma como eje de actuación para su actividad de promoción medieval de la ciudad, la presencia de Doña Blanca en el Castillo seguntino, y desde unas profundas e indiscutibles raíces históricas que se hunden en una de las épocas más conflictivas de la historia española, se instrumenta año tras año, desde 1999, el discurrir de la actividad anual de la Asociación, lo que comprende no sólo las propias Jornadas Medievales, sino una serie de actos sociales siempre orientados a la exaltación de la Edad Media en la localidad.

Blanca de Borbón era hija del Duque de Borbón, cuñada del Delfín de Francia y sobrina en línea directa del propio rey de Francia, a la sazón Juan II El Bueno. A la edad de 18 años contrae matrimonio, por intereses de Estado, con Pedro I, rey de Castilla y de León, apodado «el cruel» o el «justiciero». Por aquel entonces, Pedro I, de la misma edad que Doña Blanca, ya se relacionaba con su concubina, María de Padilla.

La tramitación de los esponsales de Doña Blanca de Borbón con Pedro I fue accidentada, como era la época que les correspondió vivir: Guerra de los Cien años en Europa, Peste negra, Guerra entre Aragón y Castilla en España. Tras muchos circunstancias, por fin el 3 de junio de 1353, Pedro I y Blanca de Borbón se casan en la Iglesia de Santa María la Mayor en Valladolid, en presencia de Leonor de Aragón y Alonso de Alburquerque (valido de Pedro I) así como de los hermanos bastardos del rey, Enrique y Tello de Trastámara, siendo más tarde el primero de estos el protagonista del episodio final del reinado y muerte de Pedro I.

A la boda se supone que acudió el Obispo de Sigüenza, Pedro Gómez Barroso. A los tres días de la boda el Rey Pedro I abandona a su esposa, Blanca de Borbón, y se marcha a residir con María de Padilla, con quien acababa de tener una hija. Algunos historiadores justifican este abandono de su esposa por parte de Pedro I por el incumplimiento del rey de Francia de las capitulaciones matrimoniales. Sin embargo, el matrimonio entre Pedro I y Doña Blanca se dio siempre por válido, tanto en Francia como por el propio Pedro I, quien así lo cita en documentos posteriores sobre donaciones a favor de la madre de María de Padilla.

El primer refugio de Doña Blanca tras su azarosa boda, fue el Monasterio de Santa Clara en Tordesillas, para posteriormente pasar a Medina del Campo, en compañía de la reina madre, Doña Leonor. Posteriormente Doña Blanca se traslada a Toledo, a finales de 1354, por consejo de los obispos de Sigüenza y Segovia. En Toledo se refugia «en sagrado» en la propia Catedral, desde donde es llevada «en rebeldía» por el pueblo y el concejo toledano al Alcázar, como reina de Castilla. El 17 de marzo de 1355, el rey Pedro I toma Toledo, protagonizando junto con sus hermanos bastardos un sangriento episodio contra la población judía y los caballeros toledanos. Pedro I rehúsa llegar al Alcázar toledano, donde se encontraba Doña Blanca, y ordena que sea vigilada por la tía de María de Padilla, y también que, cuatro días después, sea llevada a Sigüenza, para lo que previamente hace prisionero a Pedro Gómez Barroso, obispo de Sigüenza, enviándole a Aguilar de Campoo. Aquí comienza la etapa final de la estancia de Doña Blanca de Borbón en el Reino de Castilla. Paradójicamente, no existe documentación escrita en los archivos seguntinos sobre la presencia de Doña Blanca en la ciudad de Sigüenza, según parece por las represalias dictadas por Enrique de Trastámara al asumir el Reino de Castilla y de León en su afán de silenciar todo lo referido al reinado de su hermano Pedro I. La historia seguntina de Doña Blanca ha de documentarse por los testimonios cruzados de diversos historiadores que vinieron a validar la leyenda popular.

La estancia de Doña Blanca de Borbón en el Castillo episcopal de Sigüenza duró cuatro años, estando en él como confinada o retenida, no como prisionera, acompañada de una pequeña Corte, formada por su secretario Ottobon de Oliva, su capellán Juan Oyuel y los caballeros que la custodiaban, Iñigo Ortiz de la Cueva y Ruy Pérez de Soto, y posiblemente su dama Leonor de Saldaña.

Doña Blanca habitó en el Castillo la torre que hoy lleva su nombre, si bien no exactamente la celda que se exhibe en el Parador en que hoy se ha convertido. Entonces, Doña Blanca tuvo que poder contemplar cómo se concluía la Catedral, y se iba levantando su almenada torre, así como escucharía y regiría su horario de rezos y comidas por las campanas de las cercanas iglesias románicas de San Vicente y de Santiago. Asimismo podría contemplar las travesañas y sus callejuelas que daban vida a la judería, en la que se irían pignorando las escasas joyas restantes de su ajuar, para sufragar los gastos de su mantenimiento en el supuesto cautiverio.

Desde Francia y desde la Corte de Avigñon de Inocencio VI se dirigieron misivas constantes que convencieran a Pedro I de que abandonase la persecución a Doña Blanca, actuaciones éstas que no sólo no consiguieron su intención, sino que provocaron en el Rey de Castilla y de León represalias contra los cortesanos españoles que residieran fuera de su Reino, que era desde donde se le estaba atosigando.

En la ciudad de Sigüenza y en su Castillo episcopal es donde Doña Blanca de Borbón más tiempo reside durante su estancia en España. Encerrada allí, perdió toda esperanza de que sus parientes la socorrieran, de que la intervención del papa fuera eficaz y de que su marido, apenas conocido por ella, la llevara a su lado.

Pedro I mantiene durante estos años una compleja guerra con los nobles castellanos y con su hermano bastardo Enrique de Trastámara durante la que una derrota en la batalla de Araviana le hace ver que peligra la «seguridad» de Doña Blanca en Sigüenza y ordena su traslado a Andalucía discurriendo el año 1359.

En plena discordia castellano-aragonesa Doña Blanca es trasladada a Jerez de la Frontera, al tiempo que el Castillo seguntino es ocupado por el nuevo Obispo de la Diócesis de Sigüenza, Don Juan Lucronio, Abad de Salas. En Jerez de la Frontera Doña Blanca de Borbón ocupa la denominada «Torre de Doña Blanca» en el Pago de Sidueña, en el camino hacia el Puerto de Santa María, para acabar residiendo en la también denominada «Torre de Doña Blanca» en Medina Sidonia, custodiada por Iñigo Ortiz. Esta sería su última residencia en España.

En 1361 muere Doña Blanca de Borbón en Medina Sidonia por causa desconocida, pero, con seguridad, no natural. Unos historiadores hablan de envenenamiento, mientras que otros citan su asaetamiento por el ballestero Juan Pérez de Rebolledo, por mandato de Pedro I. Fue sepultada en la Iglesia del Convento franciscano de Jerez de la Frontera, según consta en la lápida mandada situar por la Reina de Castilla, Doña Isabel La Católica, en la que consta que Doña Blanca de Barbón falleció a los 25 años de edad.

El III Duque de Borbón, hermano de Doña Blanca, quiso vengar su muerte, y en 1366 envía una tropa al mando de Du Guesclin para apoyar a Enrique de Trastámara en su lucha contra Pedro I de Castilla y de León, ambos hermanos bastardos. Este mismo Du Guesclin es quien posteriormente en otro episodio histórico, ayuda a Enrique de Trastámara en su duelo fratricida con Pedro I, causándole la muerte en Montiel en 1369, instaurándose así en Castilla la dinastía de los Trastámara. En este episodio es donde parece ser se pronuncia por Du Guesclin la célebre frase de «...ni quito ni pongo Rey, pero ayudo a mi Señor».

Y estos son los hechos históricos que, en su etapa seguntina, la Asociación Medieval de Sigüenza exalta y divulga en sus ya tradicionales Jornadas Medievales, con un programa de actos que cubre las distintas etapas de la historia de Doña Blanca de Borbón en la ciudad.

En la primera jornada, el viernes, la Asociación presenta a los protagonistas de la historia. En la segunda jornada, se produce el inventado asalto al castillo por caballeros fieles a Doña Blanca, la entrada del Rey Pedro I y las justas de Caballeros. En la tercera jornada, se produce el destierro de Doña Blanca, y la lucha de Pedro I con Enrique de Trastámara, con la intervención de Du Guesclin (aunque realmente se produjera en Montiel). Las Jornadas se completan con otras actividades que ambientan el lugar en el Medievo español, como actuaciones musicales y teatrales de la época, mercado medieval, noche embrujada; baile de las ánimas; exhibiciones de cetrería y de tiro con arco; desfiles de juglares y danzantes, todo ello planificado para los asistentes, adultos y niños, tanto la propia Sigüenza como turistas llegados a ella para disfrutar de estas agradables jornadas históricas. La ciudad se engalana con pendones y reposteros de la época, con la participación entusiasta y voluntaria de su población vestida con ropas medievales. El programa, con todo lujo de detalles, será comunicado próximamente.

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