OPINIÓN

Perder el miedo a la cara del toro

Lord Charles Albert | Lunes 15 de diciembre de 2025

En la tauromaquia, perder el miedo a la cara del toro es un acto trascendental. No es valentía: es transformación psicológica. El torero deja de ver al toro como amenaza inabordable y lo mira de frente, despojándolo de su aura de invencibilidad. Mientras existe el miedo, hay distancia. Cuando el miedo desaparece, el respeto muta en desafío. Y con ese desafío llega el punto de no retorno.

Esta metáfora, profundamente española, no habla solo de coraje individual sino de cambio en la psique colectiva: el paso del temor reverencial al enfrentamiento consciente. En la política española, ese momento ha llegado.

Durante años, la figura del presidente del Gobierno se contemplaba con una mezcla de deferencia institucional y crítica prudente. Un político, sí, pero representante de la soberanía nacional. Esa distancia entre poder y pueblo garantizaba una convivencia ordenada, aunque tensa. El escenario ha cambiado.

Tras demasiadas mentiras. Tras corrupción sistemática. Tras escándalos de abusos, nepotismo y colonización institucional de cada resorte del Estado (Banco de España, Tribunal Constitucional, Fiscalía, Abogacía del Estado, RTVE, INE...), la sociedad española ha llegado a su límite. Los ciudadanos, hartos de ver sus impuestos diluirse en redes clientelistas, ya no sienten miedo al poder. En su lugar brota una indignación profunda, imposible de aplacar.

La figura presidencial, antes respetada por su cargo, ya no se percibe como una cabeza de institución venerable sino como un símbolo de decadencia política. La sociedad ha dejado de ver al presidente como un toro temible al que respetar; lo ha despojado de ese halo de invulnerabilidad. La analogía es cristalina: el toro, ese símbolo de poder, ya no impone respeto. Impone bronca. Ira. Hartazgo.

Y cuando se pierde el miedo a la cara del toro, el poder se vuelve vulnerable. Lo que era distancia y deferencia se convierte en cuestionamiento y, finalmente, en desafío directo. El pacto tácito entre ciudadanos y clase política se quiebra cuando el poder demuestra ser incapaz de mantener la confianza popular.

Hoy, la clase media española está exhausta. Sus impuestos se malgastan en una maquinaria de poder corrupto mientras los valores de la socialdemocracia se reducen a eslóganes vacíos. A quienes minimizan la situación conviene recordarles: el árbol no deja ver el bosque. No se trata de una anécdota o un escándalo aislado. El bosque es la acumulación de podredumbre: corrupción, manipulación, opacidad sistemática. Fijarse en un solo árbol es una excusa para no afrontar la realidad de un sistema político en colapso.

Y cuando el bosque finalmente se hace visible, ocurre la señal definitiva del cambio irreversible: las ratas abandonan el barco.

El giro mediático es brutal. Los mismos tertulianos que hace meses alababan la figura presidencial ahora huelen sangre. Los "estómagos agradecidos" de RTVE, SER, La Sexta, antes sumisos, empiezan ahora a morder la mano que los alimenta. Como siempre en política, se apresuran a colocarse del lado de los posibles vencedores.

El actual presidente, enfrentado no solo a su gestión desastrosa, se ve traicionado por quienes antes lo aclamaban. En cenas privadas y cócteles de corresponsales de prensa, la pregunta ya no es si resistirá sino cuánto tiempo más seguirá en pie. Las comparaciones con Al Capone, condenado no por asesinatos sino por fraude fiscal, no parecen exageradas. El poder se desmorona no por los pactos con enemigos de la Constitución, sino por las sombras que se proyectan sobre el propio líder: sombras turbias de prostitución, acoso y manipulación.

Como César al cruzar el Rubicón, ya no hay marcha atrás.

Porque cuando se pierde el miedo a la cara del toro, el poder no cae por fuerza del adversario sino por colapso de su legitimidad. El torero ya no retrocede. La bestia, despojada de su invencibilidad, solo puede embestir a ciegas hasta el final inevitable.

Y cuando las ratas huyen del barco, todos saben que el naufragio es cuestión de horas...

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