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Vicente Vallés y la geopolítica hecha thriller: “La caza del ejecutor”

Lord Charles | Viernes 05 de diciembre de 2025

Dicen que cada día tiene su afán. Después de largas jornadas de trabajo y de esa lucha silenciosa contra las adversidades que la vida nos depara, o nos regala, uno de mis momentos más gratificantes del día llega cuando me siento en mi sillón de masajes, me enciendo un habano y veo las noticias de Vicente Vallés. En varios pasajes de La caza del ejecutor, su último libro, he vuelto a reconocer esa misma forma rigurosa y elegante con la que Vallés analiza la actualidad en televisión. La inteligencia, la capacidad de síntesis y el instinto periodístico que despliega en su espacio informativo atraviesan cada capítulo del libro. Con una didáctica que roza la perfección, el autor disecciona con precisión quirúrgica la compleja realidad internacional contemporánea.

A lo largo de la obra, Vallés construye una trama en la que Estados Unidos, Rusia, Europa y China se mueven como piezas de un tablero geopolítico inquietantemente similar al que vemos cada día en los informativos. La CIA, el CNI, el FSB ruso, sucesor del KGB, el GRU (servicio de inteligencia militar responsable de operaciones encubiertas en el exterior) y el MSS chino (el poderoso y omnipresente Ministerio de Seguridad del Estado) se entrelazan en una arquitectura narrativa tan verosímil que uno siente, por momentos, que está leyendo un informe de inteligencia más que una novela.

La actualidad late en cada página: la guerra de Ucrania y sus ramificaciones globales; el regreso de Trump al poder y la consiguiente reconfiguración del orden occidental, la expansión imparable de China en tecnología e influencia estratégica, los aranceles, los pulsos comerciales y los movimientos diplomáticos que tensan un escenario internacional cada vez más volátil. Con ese material, y con mucho más, Vallés construye un relato que no solo entretiene: advierte. Su ficción se mueve en la frontera difusa entre lo verosímil y lo inevitable, en un futuro inmediato que, lamentablemente, no cuesta imaginar.

Uno de los mayores aciertos del libro es la profundidad psicológica de sus personajes. Espías, jefes de Estado, presidentes de gobierno, sicarios, analistas y directores de las principales agencias de inteligencia del mundo están retratados con una coherencia interna que sostiene la trama y conecta de inmediato con el lector. Se aprecia la mirada del periodista acostumbrado a leer entre líneas, a interpretar silencios y a detectar motivaciones ocultas.

El ritmo narrativo es frenético, casi cinematográfico. Vallés domina el tempo con una precisión admirable: dosifica la información, acelera cuando corresponde, detiene la acción cuando la historia lo pide y mantiene el suspense hasta el último capítulo. La estructura es limpia, el uso de los tiempos verbales preciso y la prosa fluye con naturalidad, sin artificios innecesarios.

En apenas cuatro líneas, el argumento puede resumirse así:
La caza del ejecutor comienza con la persecución de un asesino profesional cuya identidad se oculta tras capas de poder político, desinformación y guerra híbrida. Mientras las agencias de inteligencia compiten por su captura, la trama despliega un engranaje donde terrorismo, espionaje y geoestrategia se confunden con agendas ocultas. A través de filtraciones, operaciones encubiertas y giros inesperados, Vallés revela cómo la verdad se convierte en un territorio en disputa. La novela avanza con un suspense que solo puede firmar alguien que conoce muy bien los mecanismos del poder.

Con la capacidad de síntesis que exhibe a lo largo de toda la obra, Vallés condensa finalmente esta compleja arquitectura internacional en una idea tan simple como demoledora: el mundo actual se explica entre mapas y excusas.
Mapas que delimitan intereses estratégicos, recursos y ambiciones nacionales. Y excusas que los Estados invocan para justificar decisiones, ocultar responsabilidades o activar movimientos que, bajo la apariencia de necesidad o urgencia, reconfiguran el equilibrio global. Esa conclusión, tan certera como inquietante, captura con precisión el escenario en el que hoy se mueven las relaciones internacionales y en el que esta novela, lúcida, actual y oportuna, se inserta.

Y tras ese diagnóstico del mundo que habitamos, Vallés aún guarda un último golpe narrativo. Y, por si fuera poco, el desenlace, que no desvelaré, es uno de esos finales que obligan a cerrar el libro en silencio, procesar lo leído y… preguntarse: ¿y si todo esto estuviera más cerca de la realidad de lo que pensamos?

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