OPINIÓN

Monseñor Atilano Rodríguez Martínez se recupera tras una leve intervención quirúrgica.- Las procesiones del Corpus

Tribuna Abierta.- Carta semanal del obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara

Miércoles 22 de octubre de 2014
Mons. Atilano Rodríguez Martínez, obispo de Sigüenza-Guadalajara, pasará unos días de recuperación después de ser intervenido para limpiar un pequeño bulto benigno en la zona de la parótida, junto al oído izquierdo. La operación se ha efectuado el miércoles por la mañana en el Hospital General de Guadalajara. Tras la intervención, el cirujano comunicó a la familia y a representantes de la diócesis que todo había discurrido con normalidad. Añadió, así mismo, que el paciente habría de permanecer algún día en planta, pero que pronto estaría en su casa. Lo previsto es que D. Atilano descanse y se recupere en su vivienda particular del Obispado. Dios mediante, retomará sus actividades normales en breve. Por su parte, D. Atilano, ya ha expresado su gratitud por la muestras de interés y afecto, así como por las plegarias en pro de su salud y recuperación. SIGUE

Carta semanal del obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara

LAS PROCESIONES DEL CORPUS

La celebración de la Solemnidad del Corpus Christi me ha permitido vivir dos aspectos de la vida cristiana que deben caminar íntimamente unidos. Por una parte, he experimentado una vez más el gozo de la presencia real y permanente de Cristo resucitado bajo las especies del pan y del vino en la celebración eucarística. Profundo e incomprensible misterio del amor de Dios que, a pesar de los desprecios y olvidos, no cesa de ofrecernos a su Hijo mediante la acción santificadora del Espíritu Santo, para que todos podamos participar de la vida divina que, por ser vida de Dios, es eterna.

En la posterior procesión, prolongación de la celebración eucarística, he pedido al Señor que derramase sus bendiciones y colmase de sus dones a quienes lo confiesan como Señor de la Historia y a quienes viven y actúan como si Dios no existiese. Para unos y para otros el Señor hace salir cada día el sol y derrama la lluvia de su gracia.

Pero, por otra parte, he pensado y he orado insistentemente por los miles de hombres y mujeres, que cada día procesionan a las oficinas del INEM, con la tristeza en el rostro, esperando encontrar un puesto de trabajo. Así mismo he pedido al Señor por quienes se acercan a las oficinas de Caritas o a otros centros de la Iglesia, confiando hallar acogida cordial, comprensión para sus problemas y la ayuda necesaria para poder comer o para superar su soledad y abatimiento.

El mismo Señor, que se hace presente real y verdaderamente bajo las especies sacramentales, es el que también sale a nuestro encuentro en las personas que malviven en la pobreza. En el Evangelio nos deja muy claro que todo lo que hagamos o dejemos de hacer a cada uno de estos hermanos más necesitados, a El mismo se lo hacemos. Por eso los cristianos no podemos separar nunca el amor a Dios del amor a los hermanos. Cuando lo hacemos, nos engañamos a nosotros mismos y somos unos mentirosos con quienes contemplan nuestros comportamientos.

Al contemplar la realidad de la pobreza y escuchar estas palabras del Señor, me pregunto: ¿El bienestar material, que con tanto tesón hemos perseguido durante estos años pasados, no nos habrá conducido al abandono del bienestar espiritual?. ¿Tanto progreso y desarrollo no habrán centrado nuestro corazón únicamente en la búsqueda de los propios intereses personales, olvidando al hermano que nos pertenece y espera nuestra ayuda y nuestra solidaridad?.

Si intentamos responder a estas preguntas, tal vez lleguemos a la conclusión de que la actual situación de crisis económica y financiera, solamente podrá remediarse si, además de tomar todas las medidas estructurales y económicas necesarias, volvemos los ojos y el corazón a Dios. Solo, si somos capaces de reconocer la presencia de Cristo en el rostro sufriente y abatido de nuestros hermanos, podremos trabajar en comunión con ellos para buscar el bien común en vez de defender con tanto ahínco los derechos individuales, olvidando con frecuencia los derechos de que quienes no tienen capacidad para defenderlos. Que el Señor nos ilumine a todas con la claridad de su luz.

Con mi bendición.

Atilano Rodríguez, Obispo de Sigüenza-Guadalajara



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