TOROS

España Brava (Introducción)

Miércoles 22 de octubre de 2014
Si interpretamos el comportamiento de los animales desde la perspectiva que nos da el hecho de ser humanos, pese a nuestra condición animal, para bien o para mal no del todo dominada o extinguida, es nuestra capacidad racional de elegir la que nos distingue.


Por eso, lo que en los animales es fundamentalmente instinto, en nosotros apela a nuestro juicio para dotar a nuestras acciones de un fundamento ético.

El toro ataca por instinto. El hombre lo hace por libre voluntad: tiene la capacidad de elegir actuar o renunciar a la acción. (Tauroética. Fernando Savater).

Podría interpretarse que la defensa que un toro bravo hace de su manada frente a su entorno es un comportamiento ético. Y sería una interpretación humana.

Como no me ha sido dado aún descubrir otro modo de hacer y como considero inevitable la injerencia humana en el mundo animal y en la naturaleza en general, a lo más que aspiro es a enfocar esta y la mía, ya que soy parte de ella, con apertura de miras desde el máximo respeto y con suma prudencia.

Muchos filósofos hoy critican la contemplación. Bueno, lo critican casi todo. Y suelen, inquiriendo por nuestra parte buenas dosis de dogma de fe, repetir patrones de comportamiento más propios de los religiosos. Algo muy parecido le sucede a algunos psicólogos, e incluso a sociólogos, antropólogos y demás analistas de nuestra compleja realidad y comportamiento. En su afán por descubrir su Verdad, sin denostar sus aportaciones, justifican los medios con el fin, perdiendo rigor y a mucha gente por el camino. Ni siquiera los científicos son siempre del todo científicos en sus investigaciones y experimentos.

Por eso los sabios, en su contemplación de la naturaleza de las cosas, buscan abstraerse voluntariamente de los paradigmas o patrones de conducta aprendidos, experimentados o heredados, para plantearse los hechos desde múltiples y enriquecedoras perspectivas.
(De la atrofia de nuestra percepción y sus consecuencias, provocada por el inexorable “avance” de la humanidad sobre la naturaleza, hablaremos otro día).

No quiero perderme en un discurso sobre la relatividad de los planteamientos de unos y otros. Ni sobre la del tiempo o el espacio. Y tampoco pretendo arrogarme una sabiduría que no tengo, sino sencillamente plantear algunas preguntas sobre un tema en concreto -una nota dentro de la partitura-, para buscar con ustedes; y de la mano de otras personas como ustedes averiguar por tanteo algunas cosas sobre el fascinante misterio de la bravura. La del toro, y la del hombre en el contexto de nuestra tierra y nuestro mundo.
¿Qué es la bravura?
Hablando de la del toro, el ganadero Juan Pedro Domecq entiende por bravura la capacidad de este de luchar hasta la muerte. Corrobora esta definición lo que sobre la bravura dijeron recientemente en Guadanews el diestro Enrique Ponce y el ganadero Santiago Domecq: “Entrega, entrega absoluta, una y otra vez, que quiera coger aquello que lo incita. Acometividad continua. Que se pueda dominar, pero que la tenga que dominar un torero, no bobaliconería que pudiera pensarse que es capaz de controlarla cualquiera”, matizaba el criador gaditano.

Puede parecer demasiado sencillo. Juan Pedro Domecq, maestro alquimista de la bravura denostado precipitadamente por quienes quieren llegar al fin sin recorrer el camino, profundiza mucho más sobre el concepto de bravura, la toreabilidad y la fiereza.

Mi padre, José Carlos Arévalo, otro erudito en la materia, insiste desde tiempo atrás en la enorme brecha que separa la bravura del genio: la acometividad ofensiva del genio defensivo. Dos caracteres que se anulan, distinguiendo al bravo del manso.

Pero sirva esta idea como punto de partida. Y a partir de allí, profundicemos en los matices y pongamos en relación esa bravura con otros conceptos para saber algo más. En lo que al toro se refiere, y sobre nosotros mismos. Diferenciando el instinto animal de la razón humana, y reconociendo nuestra dificultad para sustraernos a nuestra doble condición. Sin olvidarnos de que el componente ético que impregna todas y cada una de nuestras acciones no nos ha impedido fijarnos en los animales y en la naturaleza y tomarlos como patrones de diseño o referencias que influyen hasta en nuestro lenguaje y comportamiento.

El saber, la religión y todas las artes; la pintura, la escultura, el toreo o la música, pero también el diseño de barcos, coches y aviones, la arquitectura, las tácticas militares o las artes marciales se han inspirado en buena medida en la naturaleza.

La bravura del toro trata de matar a la muerte. La del torero también. Pero este además trata de trascenderla con él a través del arte. ¿Y qué es el arte sino una forma de trascender la muerte? ¿Qué es vivir sino caminar hacia la muerte?
Sobre como lo hacemos unos y otros, animales y humanos, hablaremos con ganaderos, toreros, artistas, actores, escritores, científicos, políticos, militares, religiosos o personas anónimas.

Tomando como referencia la bravura, la España Brava. ¿Una especia en peligro de extinción?

Texto: Carlos Arévalo Nonclercq

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