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La jodienda no tiene enmienda (Cartas con mucho amor y humor entre un marinero en alta mar y su novia camarera en un bar de carretera)

Natalia Sanchidrián y Juan Díaz Zárate | Domingo 14 de marzo de 2021

Blas Garcia Peláez marchó con la flota de Pescanova rumbo a mares lejanos dejando atrás a su novia Hortensia Sanpatrás, camarera de un bar de carretera sito en Illescas.

Su relación epistolar narra las vicisitudes de ambos intentando capear las inclemencias y tempestades del día a día.

Su amor sobrevive al fuerte oleaje de la distancia y del paso del tiempo, demostrando una vez más la fuerza y la magia de la palabra que, a pesar de lo que digan las malas lenguas, vale sin duda mucho más que mil imágenes.



Capítulo 2.- La jodienda no tiene enmienda

Groenlandia, 12 de septiembre de un año incierto.

Florecilla urbana, ramillete de violetas que se dan en toda época, bellas pero recias:


Hoy hemos tenido un día tremendo con fuerte marejada. La mitad de los palés de papardas se cayeron por la borda y antes de que las devorase el oleaje salvaje, acudieron las focas hambrientas y voraces. No es que esté yo empeñado en hablar de focas, que estás celosa sin motivo alguno porque a mi las focas no me van, tú si que me gustas florecilla, todos mis sueños mojados te pertenecen a ti y no a la inmensa mar.

El capitán se llama Genaro Barlovento y me pregunta que en qué pienso, que parezco lelo y lento. Le digo que estoy pensando en mi amor y me dice que me va a dar una hostia y que me centre en lo que hago, que es mi obligación.
Lo de siempre, mi ramillete de virtudes, incomprensión y egoísmo por doquier.

Por si fuera poco, sin nada tuyo que leer, sin una foto de tu bonita cara y tus grandes pechos, algo que pueda aliviar la pena que tengo de no poder estar a tu lado la mar de bien y no aquí de guardia viendo a las focas bigotudas, gordas y ruidosas.
Veo tu rostro tatuado en mi brazo musculado por tanta inclemencia, que aunque no haga justicia a tu serena belleza de sirena manchega, hago que te muevas si lo muevo, abres y cierras la boca como las focas.

Te imagino arrodillada frente a mi...en fin,
En espera de que se despejen los nubarrones negros y borrascosos de nuestra cruel existencia, te mando un achuchón igual de duro y largo que mis noches sin ti,

Tu fiel marinero, Blas García Peláez.


Illescas, 25 de septiembre, con la misma incertidumbre.

Mi marinero fortachón y bien dotado:

Tormentas las mias, vendavales los de mi corazón angustiado de soledad sin tus brazos tatuados.


Volvieron los camioneros después de dejar las gambas en la capital. Uno de ellos me recordaba a ti. Bizqueaba un poco como tú cuando me miras los dos pechos. Le clareaba el pelo por la coronilla, como a ti, mi dulce lobo de mar que aúllas mientras lo hacemos.
Te echo tantísimo de menos que al verlo me entró un ardor desmedido en los bajos por el olor a pescado y a macho que desprendía al levantar los brazos.

Me encerré con él en el aseo de mujeres. Del ímpetu por tanta carestía se atrancó la puerta y no la pudimos abrir ni “patrás” ni “palante”. Tuvieron que venir los bomberos para sacarnos de ese atolladero a base de trompicones y empujones. Todavía hoy me duran los moretones.


Para que veas, mi vida entera, lo que soy capaz de hacer por tu recuerdo, que me impide pensar con la claridad de mi muy sagaz y femenina mente.

Por si fuera poco me llevé una bronca enorme de mi jefe y me ha restado tres días de sueldo. A ver qué hago para pagar la hipoteca. Qué desgraciada soy y que “requetesola” estoy!

Eso sí, se me alivió un poco la quemazón que tengo en el vientre por tu ausencia y ya no tengo ganas de ponerte los cuernos del tamaño de los de un miura mal encarado y embravado que sale a la arena ofuscado.

La jodienda no tiene enmienda, como dice mi madre, que es muy sapiente.

En fin, recuerdos a las focas, no se por qué estoy empezando a cogerles cariño.

Al capitán Barlovento, que le den viento fresco!

Tu ardiente y también fiel camarera de carretera,

Hortensia Sanpatrás.


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