OPINIÓN

Los versos sueltos de Natalia : Dulce tentación, hoguera insalvable

Miércoles 02 de diciembre de 2020
Los rayos de sol caen verticalmente sobre su cuerpo solo cubierto por su melena ondulada y castaña, pintándola con reflejos dorados.

Se tumba a los pies de un árbol buscando la sombra y el frescor intermitente del aire de la mañana, que viene y va como un soplido que solo se interrumpe para respirar.

Hormigas ociosas recorren su piel sin preocuparse por hacer acopio para un invierno que nunca llega en el edén.

Ha culminado el día cuando despierta y el sol solo la alcanza de costado. Aún así siente su calor benévolo y generoso.

Se entretiene contando las manzanas que cuelgan del árbol y que jamás se caen, indiferentes a la brisa suave del atardecer, inmutables al paso de un tiempo que no existe.

Algo duro y viscoso recorre sus piernas colándose entre ellas hasta ocupar la eterna primavera de su inocencia.

Una voz ronca y desconocida susurra maldades incomprensibles a su oído mientras una manzana roja y jugosa, inexplicablemente, ocupa sus labios.

Sin oponer resistencia, la muerde, tentada por su sabor dulce y por su frescor. Atontada por su aún somnolienta razón.

El mal entra por su boca cuando traga y se cuela entre sus piernas abiertas, apoderándose de ella por completo.

La noche invade el cielo hasta ese momento azul y virginal.

Nubes oscuras anuncian una tormenta nunca vista. Truenos y relámpagos amenazantes la llenan de un temor que jamás había sentido.

La lluvia, que siempre resbalaba suavemente por su piel, ahora la empapa inclementemente y forma un charco alrededor de su cuerpo capaz de ahogarla.

El invierno llega de pronto, sin dejar que el otoño temple los días y apacigüe la lucha entre el frío y el calor.

Un escalofrío recorre su cuerpo, y un hambre voraz se apodera de ella.

Un vacío desconocido la invade.

Encima, a su alcance, los frutos prohibidos y tentadores.

Debajo, a sus pies, el calor hasta entonces desconocido de las llamas siempre vivas del infierno.

No tiene que escoger.

Puede tenerlo todo.

Se deja llevar y sin pensar, elige a ambos.

Muerde con ansia la manzana mientras camina hacia la hoguera insalvable del averno, que la acoge con un abrazo fingido y gélido, con una carcajada jactanciosa e infame.

Noticias relacionadas