Martes 16 de junio de 2020
Agoniza el bien.
El tiempo hoy no vuela, se arrastra como un reptil perezoso que aguarda a su presa sibilinamente, con movimientos sigilosos y calculados.
Su lengua viperina entra y sale restallando el aire mientras espera.
El cielo palidece ante lo inevitable cubriéndose de una nebulosa grisácea, impenetrable para el sol, que se cubre con una venda para no ver nada.
El viento está quedo, a la espectativa, inmóvil quizás por temor.
Sale de su guarida, confiada, ciega a los avisos sutiles de la naturaleza, sorda a los gritos silenciosos de su intuición.
Con un movimiento rápido la atrapa, y enroscándose alrededor de su cuello la besa. Más que un beso es un mordisco. La rodea, acariciando su ser más íntimo con su extremidad, invadiendo su cuerpo con fiereza, empujando una y otra vez, rítmicamente, implacablemente.
La mata despacio, saboreando su triunfo, saboreando su sangre, disfrutando de su poder. Necrófilo empedernido.
El tiempo transcurre lento, pesado mientras ella agoniza.
El cielo sigue blanco
El viento permanece quedo.
El bien exhala su último aliento. Violado, ultrajado.
El mal se apodera del mundo después de que ella deja de existir...
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