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INTERVIU “Hay que ser vil para señalar a un niño”

REDACCION | Jueves 12 de octubre de 2017

Tensión entre guardias civiles padres de alumnos acosados en sus colegios. Y a los mossos que iban a entrenar a la base militar de Sant Climent ya no se les permite la entrada. El guardia civil Alfonso Merino, como otros muchos guardias en Cataluña, no olvida llevar encima el arma reglamentaria cuando va y viene del trabajo a su casa, en la periferia de Barcelona. Antes no lo hacía. Acostumbrado a la próspera y pacífica Cataluña que ha conocido, aún le sorprende el deterioro que ve a su alrededor. Y sigue sin poder creerse detalles como el que denuncia como secretario provincial de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC).

A un compañero suyo, con destino en Igualada, una vecina llamada Meritxell le fotografió en la tensa semana del 20 de septiembre cuando tomaba café en una terraza con su esposa y unos amigos. Meritxell tuiteó la foto con este mensaje: “En Igualada estamos manteniendo guardias civiles a punto para atacar cuando les digan”. La cara del señalado se ve bien en la foto que hizo correr por las redes sociales. Esta señal del ambiente de violencia sectaria que vive Cataluña adquiere aún más gravedad para los guardias por el detalle de que Meritxell, la mujer que hace safaris fotográficos, es profesora en un colegio al que acuden hijos del Cuerpo. “Me pregunto qué dirá a los niños una persona que hace estas cosas”, dice Merino.

La pasada semana, los profesores del colegio sacaron a los niños a manifestarse ante la casa cuartel de la Guardia Civil, a cuya tapia alguien arrojó “una mochila incendiaria”, cuenta Merino. En las casas cuartel de Cataluña causa rabia que el odio político llegue a sus inquilinos más indefensos.

“Hay que ser vil para señalar a un niño, que no puede defenderse”, dice irritado Bartolomé Barba, coordinador de la Asociación Española de Guardias Civiles (AEGC) en Cataluña. Él mismo es uno de los padres uniformados que se han tenido que acercar al instituto Palau de Sant Andreu de la Barca (Barcelona), a pedir explicaciones por la movilización organizada por profesores el 2 de octubre, sacando a los niños al patio para protestar por la “violencia policial” del día anterior.

“El que no quiera, que no baje”, se les dijo a los hijos de los guardias. El instituto está a solo 100 metros de la comandancia de la Guardia Civil de Barcelona. El día 5 por la mañana eran cuatro las denuncias que se habían presentado en la casa cuartel de Seu d’Urgell (Lleida), por acoso a niños de guardias en el colegio Albert Vives. Un profesor había suscitado en clase un debate sobre los policías españoles. Por la tarde, las denuncias ya eran siete. En la Seu, la habitual paz de la localidad se trocó en crispación la pasada semana. A los guardias alojados en hoteles del pueblo los escrachó una multitud indignada por las cargas antidisturbios del 1 de octubre. Esos escraches no tendrían más de particular, en comparación con los del resto de Cataluña, si no fuera porque participaban en ellos los bomberos con sus vehículos oficiales. Interponiendo sus camiones colorados en la calle, han entorpecido el acceso de los coches de la Guardia Civil. La noche en que arreció la protesta, pasaban ante la puerta de los hoteles haciendo sonar a tope sus sirenas como expresión de rechazo, y también como forma de impedir el sueño de los guardias alojados.

Una denuncia contra los bomberos está en trámite en los juzgados de La Seu. Hay también denuncias en Solsona (Lleida).

En su colegio público, el día 2 unos profesores reunieron a los niños en el recreo “y les dijeron que los policías y guardias civiles son malas personas”, relata Juan Fernández, secretario provincial de la AUGC en la provincia. Un hijo de guardia se lo contó a su padre y, cuando este fue a quejarse a la dirección del centro, “digamos que su queja no fue acogida”, resume Fernández. El cuartel también ha sido escrachado.

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