OPINIÓN

Carta semanal del obispo: “Que el señor construya la Casa”

Martes 20 de septiembre de 2016

La Iglesia ha recibido el mandato del Señor de salir por todo el mundo para hacer discípulos de todos los pueblos y para invitarlos a recibir la salvación de Dios por la participación en los sacramentos. Ahora bien, para que la salvación de Dios llegue a todos los hombres y para que cada ser humano pueda prestarle la adhesión de la fe, hoy hemos de admitir que, además de una profunda renovación espiritual de todos los bautizados, es preciso buscar nuevos métodos pastorales y revisar el funcionamiento de las mismas estructuras evangelizadoras.

Con esta finalidad, en nuestra diócesis se llevó a cabo hace años una importante remodelación de los arciprestazgos y se reflexionó en algunos organismos diocesanos sobre la necesidad de impulsar la constitución de las Unidades de Acción Pastoral (UdAP). Detrás de estas reflexiones, entre otras cosas, estaba la necesidad de que todos los miembros del Pueblo de Dios asumiesen con gozo su misión evangelizadora y su compromiso en la transformación de las realidades temporales de acuerdo con las enseñanzas evangélicas.

Para dar un nuevo dinamismo a la evangelización, en el futuro debemos revitalizar la actividad pastoral de los arciprestazgos, llegar a la fusión de alguno si se considera oportuno y afrontar con decisión la constitución de las UdAP. Esto nos ayudará a la formación de comunidades vivas, que celebren con alegría la fe en Jesucristo, que acojan con gozo la actividad caritativa y que no tengan miedo a dar testimonio del amor y de la salvación de Dios. Quienes nos confesamos discípulos del Señor hemos de estar dispuestos a emplear nuestro tiempo y nuestros esfuerzos en esta hermosa tarea, aunque no veamos los frutos inmediatos del trabajo realizado.

Renovados interiormente por la gracia de Dios y por la fuerza del Espíritu Santo, tenemos que superar el individualismo enfermizo y estéril, arraigado en la Iglesia y en la sociedad como consecuencia de la secularización y del relativismo. Para ello, hemos de tener muy presente que, en virtud del sacramento del bautismo, formamos parte de una comunidad de hijos y de hermanos y, por tanto, tenemos la grave responsabilidad de ser “signo” y “sacramento” para todos los hombres de la comunión íntima con Dios en la oración, así como de la necesidad de concretar esta comunión eclesial en la programación, revisión y evaluación de toda la actividad evangelizadora.

Ciertamente, tenemos que dar gracias a Dios porque durante estos años ya se han dado pasos importantes en esta dirección pero, cuando se trata de anunciar el Evangelio y de ofrecer la salvación de Dios a los demás, no podemos ser conformistas ni escudarnos en el interés personal o en las tradiciones religiosas del pasado para concluir que hemos de seguir haciendo las cosas como se han hecho siempre. El Señor nos dice que “a vino nuevo, odres nuevos”. Y el Papa Francisco nos habla de la necesidad de una Iglesia “Esposa, Madre, Servidora, facilitadora de la fe y no controladora de la fe”.

La nueva realidad a evangelizar, además de recordarnos que todos los bautizados somos enviados a la viña del Señor, nos está invitando a permanecer en un proceso de constante conversión personal y pastoral, asumiendo que las dificultades del camino no pueden ser impedimento para dar pasos hacia la meta. Pongamos nuestra confianza en el Señor y en su gracia para que sea siempre Él quien construya la casa.

Mi cordial saludo y feliz día del Señor.

Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara

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