OPINIÓN

Carta semanal del obispo: Misioneros con Espíritu

Carta semanal del obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara

Miércoles 11 de mayo de 2016
Con la celebración de la Solemnidad de Pentecostés culmina el tiempo litúrgico de la Pascua. Si durante la cincuentena pascual hemos celebrado, vivido y experimentado con mayor intensidad la presencia del Resucitado en medio de nosotros, con la fiesta de Pentecostés hacemos memoria y actualizamos sacramentalmente el envío del Espíritu Santo sobre la Iglesia naciente y sobre todos los hombres.

Con la irrupción del Espíritu Santo en sus vidas, los discípulos vencen el miedo, se llenan de alegría y asumen el encargo del Señor de salir en misión hasta los confines de la tierra para anunciar y dar testimonio del amor y de la salvación de Dios, realizada por medio de Jesucristo. El Paráclito, al mismo tiempo que capacita a los discípulos para la misión, les ayuda a descubrir que es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres y les concede la gracia de hablar de las maravillas de Dios en todas las lenguas.

Por medio del sacramento del bautismo y de la confirmación, los cristianos hemos recibido una presencia muy especial del Espíritu Santo. Desde entonces, permanece vivo y operante en nuestros corazones para regalarnos sus dones, para ayudarnos a vivir como hijos de Dios, para recordarnos en todo momento las enseñanzas de Jesús, para hacernos testigos de su amor misericordioso y para impulsarnos a confesar públicamente nuestra fe en el Resucitado, superando miedos y cansancios.

Transformados y purificados interiormente por la fuerza impetuosa del Espíritu, millones de cristianos se esfuerzan cada día –algunos con la entrega generosa de sus vidas– por mostrar el amor de Dios no sólo con las palabras sino con el testimonio de las obras. Hemos de dar gracias a Dios por estos hermanos que, venciendo el egoísmo, la búsqueda enfermiza de sí mismos y la preocupación por los intereses personales, viven con gozo el encargo misionero del Señor y entregan sus vidas al servicio de los más necesitados. Con su testimonio personal son un interrogante para nuestra vida religiosa tibia, rutinaria y superficial.

En medio de una sociedad secularizada y cerrada a la fuerza transformadora del Espíritu Santo, la celebración del Día de la Acción Católica y del Apostolado seglar en esta fiesta de Pentecostés, tiene que impulsarnos a orar por los millones de cristianos laicos que colaboran con Él en la evangelización y en la defensa de la dignidad de cada ser humano, asumiendo su vocación bautismal. Sin ruido y sin estridencias están haciendo posible una nueva etapa evangelizadora alegre, fervorosa y llena de amor aunque, en ocasiones, tengan que actuar contracorriente.

Para seguir impulsando la acción misionera de la Iglesia en el futuro, hemos de tener muy presente la recomendación del papa Francisco cuando nos recuerda que los evangelizadores con Espíritu son aquellos que oran y trabajan. En la evangelización no sirven las propuestas místicas sin un fuerte compromiso social y misionero, ni los discursos y praxis sociales y pastorales sin una espiritualidad que transforme la mente y el corazón de los evangelizadores (cfr. EG. 262).

La Santísima Virgen, que acompañó a los apóstoles en la espera del Espíritu Santo, acompaña e intercede hoy ante su Hijo por la Iglesia para que sus miembros no dejemos de hablar de las maravillas de Dios a todos los hombres y para que vivamos la misión evangelizadora como un encargo gozoso y no como una carga pesada. Invoquemos al Espíritu Santo para que venga en nuestra ayuda y nos renueve interiormente. Así podremos salir al encuentro de todos los hombres para decirles que Dios les ama.

Con mi sincero afecto, feliz día de Pentecostés.

Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara

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