OPINIÓN

Carta semanal del obispo: Dios providente

Carta semanal del obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara

Miércoles 27 de abril de 2016
Jesús invita a sus discípulos a vivir la fe en Dios Padre, desde la fidelidad a sus promesas y desde la confianza ilimitada en su providencia. A quienes quieran ser sus discípulos, les pedirá un abandono filial en la Providencia del Padre celestial que cuida y vela constantemente por las más insignificantes necesidades de sus hijos: “No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer o qué vamos a vestir? Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas las demás cosas se os darán por añadidura” (Mat 6, 31-33).

Al referirse a la “providencia divina”, el Catecismo de la Iglesia Católica afirma que consiste en las disposiciones por las que Dios conduce con sabiduría y amor todas las criaturas al cumplimiento de su fin último. Dios guarda, gobierna y cuida de todo lo creado, desde las cosas más insignificantes hasta los más grandes acontecimientos del mundo y de la historia: “Nuestro Dios es poderoso y todo lo que quiere lo hace”.

La Madre Teresa de Calcuta, con su cercanía a los pobres y con sus gestos de cariño hacia ellos, nos ayudó a entender el sentido de la verdadera confianza en la providencia divina. Por eso, nos dirá: “la confianza en la divina providencia es la fe firme y viva en que Dios nos puede ayudar y lo hará. Que nos puede ayudar es evidente, porque es omnipotente. Que nos ayudará es seguro, porque lo ha prometido en muchos lugares de la Sagrada Escritura y es fiel a todas sus promesas” (YOUCAT 49).

Ante estas enseñanzas evangélicas y ante el testimonio de los santos, deberíamos preguntarnos: ¿Confiamos de verdad en Dios providente? Es importante que respondamos a esta pregunta, porque el hombre de hoy tiene muchas dificultades para acoger y aceptar la “providencia divina”. Sin duda, la mayor dificultad está en la pretensión del ser humano de ser dios sin Dios o al margen de Dios. Cuando la persona no acepta su condición de criatura limitada y finita, se engaña a sí misma y olvida que su existencia está totalmente en las manos de Dios.

Ciertamente no somos marionetas en las manos de Dios, que Él pretenda manejar a su antojo en cada instante. Dios nos creó libres y respeta al máximo nuestra libertad. Es más, desde el respeto escrupuloso a la libertad humana, quiere hacernos partícipes de su providencia, confiándonos la responsabilidad de “someter” la tierra y dominarla, colaborando con Él en el perfeccionamiento de la creación a fin de que ésta pueda ser útil para nosotros y para las generaciones futuras. Dios no sólo nos ha regalado la existencia, sino que nos concede también la dignidad de actuar en comunión con Él, colaborando así a la realización de su designio sobre el hombre y la creación.

Cuando el ser humano pretende ser libre sin ninguna referencia a Dios, al bien y a la verdad, entonces cae en el libertinaje y en la esclavitud. Pero, aunque esto suceda, Dios seguirá iluminando el corazón humano para que actúe siempre de acuerdo con sus planes de salvación sobre él y sobre el mundo. Es más, le indicará el camino que debe recorrer, de forma libre y responsable en cada instante de la vida, pero nunca forzará externamente a la persona para obligarla a actuar de acuerdo son sus planes.

En nuestros comportamientos con Dios, con nuestros semejantes y con la creación, no deberíamos olvidar nunca que la actuación de Dios en sus criaturas no disminuye ni merma en nada la libertad humana ni su dignidad. Al contrario, nos ayuda a la plena realización personal, pues el ser humano no puede alcanzar su fin separado del origen, de la fuente de su ser, y sin la ayuda de la gracia divina.

Con mi recuerdo ante el Señor, feliz domingo.

Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara

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