OPINIÓN

Carta semanal del obispo: Amoris Laetitia

Carta semanal del obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara

Martes 19 de abril de 2016
El pasado día 8 de abril se hacía pública la Exhortación Apostólica postsinodal del papa Francisco, que lleva por título “Amoris laetitia” (la alegría del amor). Este documento, en el que se hace una reflexión serena de la realidad del matrimonio y de la familia en nuestros días, es el fruto maduro de los dos Sínodos convocados por el papa Francisco con la finalidad de hacer un diagnóstico de la institución familiar, descubrir sus fortalezas y encontrar las soluciones adecuadas a sus problemas.

Aunque es un documento extenso, todos los cristianos deberíamos hacer el esfuerzo de leerlo con paz para no quedarnos únicamente con los enfoques tergiversados e interesados de algunos medios de comunicación. Es más, a todos nos vendría muy bien compartir la reflexión personal con las opiniones de otros hermanos para profundizar en las propuestas que nos hace el Santo Padre sobre el matrimonio y la familia. De este modo, todos podríamos enriquecernos con las aportaciones y experiencias de los demás.

Las enseñanzas de la exhortación “Amoris letitia”, fundamentadas en la Palabra de Dios, en la Tradición viva de la Iglesia, en las enseñanzas de los últimos Pontífices y en las propuestas de los Padres sinodales, han de orientar la reflexión pastoral de las comunidades cristianas durante los próximos años. Es más, las propuestas del Santo Padre tienen que ayudar a todos los “agentes de pastoral” a actuar con seguridad y esperanza en la orientación y acompañamiento de la pastoral familiar.

Este acompañamiento de los matrimonios y de las familias tiene que partir de la convicción de que no son realidades concluidas, sino que están en proceso de constante desarrollo y crecimiento. Ninguna familia es una realidad perfecta y confeccionada de una vez para siempre, sino que requiere una continua maduración de su capacidad de amar, de relacionarse y de convivir. Esta consideración nos ayuda a entender que la preparación para el matrimonio y el acompañamiento de la familia ha de iniciarse en la adolescencia y ha de proseguir hasta el final de la vida.

Con este acompañamiento, hecho de escucha, sinceridad y comprensión, será posible superar las heridas del pasado que pueden poner en crisis el matrimonio. Es más, permitirá crecer en la vida de fe y madurar en el amor entre los esposos y entre estos y sus hijos. De hecho, la fidelidad matrimonial y la entrega recíproca de los esposos no serán posibles si no se produce un crecimiento y una profundización en la vivencia del amor entre los esposos y entre los restantes miembros de la familia. “No podremos alentar un camino de fidelidad y de entrega recíproca si no estimulamos el crecimiento, la consolidación y la profundización del amor conyugal y familiar” (AL 89).

Para ayudar a todos los miembros de la Iglesia a dar pasos en esta dirección, el papa Francisco nos invita a contemplar el matrimonio cristiano como un don de Dios que requiere para su vivencia la respuesta generosa de los esposos y la ayuda de la gracia divina. La contemplación de cada persona con los ojos misericordiosos de Dios nos permitirá acompañarla con amor y paciencia hasta llegar a la plenitud de la vida cristiana, teniendo en cuenta sus circunstancias concretas. Dios nos ama a todos y, por lo tanto, la Iglesia debe abrazar a todos, brindándoles la alegría del Evangelio.

El camino trazado por el Papa es fácil de recorrer, si se descubre el verdadero amor para vivir en él y de él. Este amor, que no se puede comprar ni vender, Dios nos lo ofrece y regala, amándonos siempre primero y sin mérito alguno por nuestra parte. Por eso, sin el conocimiento y la profundización en este amor, resultará muy difícil progresar en la vida cristiana y recorrer las distintas etapas de la convivencia matrimonial y familiar.

Con mi sincero afecto y estima, feliz día del Señor.

Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara

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