OPINIÓN

Carta semanal del Obispo: Plántale cara al hambre

Carta semanal del obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara

Martes 02 de febrero de 2016
La Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada el año 1948, entre otras cosas, afirma: “Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure a él, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios”.

En la actualidad, constatamos que este derecho de toda persona a estar protegida contra el hambre y a tener una alimentación adecuada no se cumple. Según los informes de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, más de 800 millones de personas padecen hambre crónica en el mundo. Hoy se producen alimentos para todos y, sin embargo, millones de hermanos no pueden comer cada día.

Ciertamente, son muchas las causas de esta mala distribución de los alimentos. Entre otras, podríamos señalar el derroche, el consumo excesivo y la utilización de los alimentos para otros fines en los países más ricos del planeta. Pero, sobre todo, habría que destacar como una de las principales causas de la pobreza el actual sistema económico que produce exclusión social y en el que los poderosos se comen al débil.

Como bien señala el papa Francisco, en estos momentos hemos llegado a la globalización de la indiferencia y hemos perdido la capacidad de escuchar el clamor de los marginados, dejándonos dominar por el dinero y pretendiendo justificar un estilo de vida que excluye a otros de los bienes de la creación. La persona, que tendría que ser el centro del desarrollo y de la economía, es considerada como un objeto más de consumo y de producción. Se la utiliza mientras son necesarios sus servicios y se le deja sin trabajo, sin horizonte y sin salida, cuando estos servicios ya no son precisos.

Los miembros de Manos Unidas, asociación pública de fieles de la Iglesia, con sus campañas anuales nos invitan a no cerrar los ojos ante el gravísimo problema del hambre en el mundo y nos ofrecen la posibilidad de colaborar con generosidad en los distintos proyectos, estudiados con mimo antes de su realización y supervisados una vez que han sido ejecutados para que el dinero del proyecto sea utilizado debidamente.

Como nos recuerda el lema de este año, para avanzar en la seguridad alimentaria de las poblaciones más necesitadas y para garantizar los derechos a la alimentación de las personas más vulnerables y empobrecidas, hemos de seguir plantando cara al hambre. Para ello, no basta denunciar los efectos de la pobreza y conocer las causas de la misma. Como paso previo para la construcción de un mundo más justo y solidario, hemos de unir nuestras manos y ofrecer nuestra colaboración solidaria para acabar con el hambre.

El domingo, 14 de febrero, celebramos en la Iglesia la Jornada Nacional de Manos Unidas. En este día, además de orar confiadamente al Señor por quienes sufren los efectos de la pobreza y por quienes tienen responsabilidades en la organización de la economía mundial, todos los cristianos, como nos pide el papa Francisco en este Año Jubilar de la Misericordia, deberíamos reflexionar sobre las obras de misericordia corporales y espirituales para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina.

Con mi bendición, feliz día del Señor.

Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara

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