Manzanares, el pasado día 17 de marzo en Valencia. / Fotos: Campo Bravo
En la era de la comunicación y de las nuevas tecnologías, el mundo de los toros no puede ser ajeno a todas las herramientas que se encuentran a su alcance
Miércoles 22 de octubre de 2014
O al menos quiere moverse. La pasada semana hablábamos sobre la necesidad de acción y creatividad en el sector taurino, orientadas estas hacia una mayor interacción y acercamiento con el aficionado-espectador. Pero no hay que perderse tampoco en las modernas fórmulas que ensayan plataformas como Facebook, Twiter y otras, sin pensar las argumentaciones ni estudiar a fondo la situación real, taurina, económica y cultural de la fiesta.
Antes de meternos en faena, pero sin salirnos de la arena, tenemos que destacar la reivindicación que José María Manzanares hizo del toreo a través de la monumental obra de arte que construyó el pasado jueves 17 de marzo en la plaza de toros de Valencia. Porque a pesar de estar harto manida la expresión que dice que “los toreros deben hablar con el toro y la muleta”, no podemos obviar que lo que sucede en el ruedo es el epicentro de todo lo demás. Como decía un amigo mío bodeguero, si no hay producto, de nada vale la publicidad.
Nunca antes habíamos visto a un Manzanares tan templado, tan rotundo, situado en ese más allá que distingue a los figurones del toreo del resto. Encerrado en sí mismo, pero liberado, a fuerza de voluntad y de fe, de la tensión que comunicó apenas unos días antes en la madrileña Vistalegre, elevó el toreo, con absoluta pureza, a su máxima expresión artística.
Desde esa expresión es más fácil argumentar el necesario paso de las competencias de los toreros al Ministerio de Cultura. Un avance que, tal y como expresaba el otro día Rubén Amón, portavoz del grupo de toreros denominado G10, “posibilitará el acceso a una partida presupuestaria y a una serie de ayudas, no necesariamente para la realización de una feria, pero sí para la educación, proyección y promoción taurina que antes no existía”. También ha servido, como parece apuntar la reciente reunión de la Ministra de Cultura Ángeles González Sinde con Elena Salgado, titular de la cartera de Economía y Hacienda, para que ambos estamentos estudien la posibilidad de rebajar el IVA aplicado a los toros, del actual 18 a un 8 por ciento, equiparándolos al resto de espectáculos culturales.
En el sector ganadero también se están tomando posiciones en este sentido, ya que las transacciones de ganado bravo están ahora mismo sujetas a un IVA demasiado elevado en comparación con el bovino de carne. Como si los toros que se lidian en las plazas no se comieran.
Mientras desde organizaciones como Anima Naturalis se empelotan para alentarnos a no saborear nunca más un buen solomillo, -cuestión ésta harto difícil a la vista de tanta pechuga-, es importante que estas medidas fiscales se trasladen y redunden en beneficio de los aficionados. En los precios de las entradas, en la calidad de los espectáculos, en su promoción y en su difusión.
En este sentido, las declaraciones del vicepresidente de la Comunidad de Madrid Ignacio González, ante el nuevo pliego de Las Ventas, no auguran grandes cambios ni mejoras. Defendió que el alto canon que cobran a la empresa gestora no debe bajarse para no reducir el presupuesto que la CAM destina a festejos de otras localidades y asociaciones taurinas madrileñas, cuando lo cierto es que a éstas les llega un ínfimo porcentaje del mismo. Más interesante sería que parte de ese beneficio redundara, además, en una mayor calidad de la programación venteña.
No son más que algunas medidas en el contexto de un proceso de transformación de la fiesta que debe pasar necesariamente por un diagnóstico a fondo de la misma, y no sólo a nivel nacional, sino en el conjunto de los ocho países que la representan en el mundo. No se entiende, por ejemplo, como me comentaba ayer mismo Antonio Fernández Casado, ex torero que gestiona ahora la cadena hotelera High Tech, como aún hoy es extremadamente difícil comprar una entrada para Las Ventas a través de internet.
Más fácil resulta comprar un billete de AVE para Valencia. Te cuesta, eso sí, más caro que llenar casi dos veces el depósito del coche para viajar solito. Pero eso es harina de otro costal.
Siguiendo en lo taurino, y en Valencia, me extrañó que en una corrida en la que vimos torear a Manzanares y a Morante como los ángeles, y al joven Luque arrimarse como un león, lo que más destacaran en la transmisión por Canal + fuera el pobre juego de los toros. Puede que le faltara más motor al encierro de Cuvillo. Pero para el aficionado fue un privilegio presenciar la actuación de los tres matadores.
Medios existen. Y el cómo se informa de un hecho es sustancial. Deportes y actividades con escaso interés popular han logrado altas cuotas de audiencia. Por eso la información taurina precisa del rigor, el atractivo y la calidad que la fiesta de los toros permite y merece. No tiremos piedras sobre nuestro propio tejado.
Texto: Carlos Arévalo Nonclercq
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