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Javier Davara habla sobre la presencia en la ciudad de Ortega y Gasset para cerrar las XXXVIII Jornadas de Estudios Seguntinos

Javier Davara habla sobre la presencia en la ciudad de Ortega y Gasset para cerrar las XXXVIII Jornadas de Estudios Seguntinos

Las Jornadas fueron clausuradas por el alcalde de Sigüenza José Manuel Latre, quien agradeció su participación desinteresada a los conferenciantes

Por REDACCION
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redaccionguadanewses/9/9/19
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:14h

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En la tarde del viernes se clausuró la XXXVIII Edición de las Jornadas de Estudios Seguntinos. Fue el profesor emérito de la Universidad Complutense y presidente de la Asociación El Doncel Amigos de Sigüenza, Javier Davara, quien disertó una magistral ponencia sobre la influencia de Guadalajara, y principalmente de Sigüenza, en la vida de José Ortega y Gasset. Davara recordó la presencia del filósofo en Fuentelahiguera de Albatages a finales del siglo XIX, donde José Gasset Chinchilla, tío del protagonista, había adquirido una finca en el paraje de Fuente del Fresno, que aún se llama Monte Gasset y que venderían posteriormente. SIGUE
El profesor recordó la afición taurina de Ortega, llevándola casi hasta su cuna, y rememoró también una anécdota de su adolescencia acontecida en 1897, cuando recibió un sonoro revolcón de un añal, apodado “Vinagre”, al que se enfrentó, chaquetilla en mano, cuando tenía 14 años de edad en un tiempo de verano bochornoso e inquieto. Sus lances desligados no engañaron al torete, que dio con los huesos del filósofo en el suelo.

Davara se centró después en su presencia en Sigüenza. En la primavera de 1910, con 27 años de edad, Ortega contrajo matrimonio con Rosa Spottorno. Ese verano lo pasó en la ciudad, donde descansaban habitualmente tanto sus suegros como sus padres. Preparó entonces sus oposiciones a la cátedra de Metafísica de la Universidad Complutense de Madrid en medio de la tranquilidad doncelina. Tres años después, en el 1913, Ortega vuelve a Sigüenza, ya con su primer hijo, Miguel. La familia permaneció en ambas ocasiones en la calle de San Roque, en una de las casas que hay en las inmediaciones de la Plaza de las Tres Cruces, y contrató a una niñera llamada Leandra y a su marido, de apellido Flores, naturales de Jirueque. Los Ortega asistían a una tertulia política y literaria en la Alameda seguntina, a la que acudía también el Conde de Romanones, además de otras personalidades locales. Una de ellas, la mujer del señor Cabezuelo, le regaló entonces una pluma estilográfica con la que parece ser que escribió su gran obra, “La Rebelión de las Masas”.

Sigüenza pervive en la mente de Ortega. Habla a menudo de El Doncel en sus artículos periodísticos, y compara estas tierras altas de Guadalajara y Soria, que tiene muy viajadas en aquel año 1913, con “los hombros de un gigante”. El 24 de julio del 1911 escribe en el periódico El Imparcial el artículo “Arte de este mundo y del otro”, en el que se refiere a la catedral de Sigüenza, para mostrar su preferencia por el Románico sobre el Gótico. En ese mismo texto Ortega hermana la construcción del templo seguntino con la redacción de los versos del Cantar del Mío Cid como hijos de una misma espiritualidad. Al término de la charla de Davara, hubo un turno de preguntas que puso de manifiesto el interés de la audiencia sobre lo expuesto.

Las Jornadas las clausuró el alcalde de Sigüenza, José Manuel Latre. El regidor subrayó el magnífico nivel de las conferencias que han podido seguirse en estos días en el auditorio de El Pósito. “Sigüenza apuesta, y debe seguir apostando por la cultura. Debe ser un referente en nuestra provincia, y también en nuestra Comunidad Autónoma. Esto no sería posible si no contáramos con personas como las que a lo largo de estos días nos han deleitado con su sapiencia. En nombre de la ciudad de Sigüenza, gracias”, les dijo el alcalde a los organizadores y conferenciantes. Latre terminó su intervención pidiendo un fuerte aplauso para uno de los principales inspiradores de su génesis, Juan Antonio Martínez Gómez-Gordo, primer alcalde de la democracia en la ciudad y cronista oficial desde hace 40 años, cargo que ahora comparte con su hija Pilar.

La Constitución de Cádiz en Sigüenza y el V Centenario de la Plaza Mayor
La tarde del miércoles, 1 de agosto, la archivera municipal, Amparo Donderis, impartió la conferencia “Viva la Pepa, cómo Sigüenza recibió la Constitución de 1812”. Tomando como base la exposición virtual Castilla La Mancha en 1812, coordinada por la dirección General de Patrimonio Cultural con la participación de los archivos de Castilla La Mancha, con motivo del Día Internacional de Archivos (9 de junio), la archivera hizo un recorrido por los acontecimientos que desembocaron en el estallido de la Guerra de Independencia, la convocatoria a Cortes y la elaboración de la Constitución de 1812.

Donderis, que lleva varios años investigando esta etapa de la historia, analizó cada uno de los documentos comentando paralelamente el significado de la guerra, la promulgación de la Carta Magna y su repercusión en la vida local y en el propio ayuntamiento seguntino.

En la tarde del día 2 de agosto fue la cronista oficial de la ciudad, Pilar Martínez Taboada, quien disertó la ponencia "Plaza Mayor de Sigüenza, V Centenario". Siguiendo un didáctico formato de preguntas y respuestas, Martínez Taboada contó una parte de la historia de la Plaza Mayor centrándose en la transformación de la primigenia plaza castellana arquitrabada, abierta por el Cardenal Mendoza, en una plaza típicamente renacentista, de arcos pétreos, hecho que se produjo entre los años 1511 y 1512.

Los primeros arcos renacentistas de la Plaza, los más cercanos a la puerta de la Cañadilla, son los de sus soportales orientales. "Mi teoría es que la idea del cambio pudo partir del obispo seguntino Bernardino López de Carvajal, embajador de los Reyes Católicos en Roma, que había conocido la obra del arquitecto Bramante en Vigebano, una localidad italiana", afirma la cronista. Impresionado por la transformación de la plaza de aquel municipio con arcos pétreos de medio punto, debió de sugerírselo al Cabildo de entonces, que accedió a sustituir unos soportales que no tenían tantos años, para trasformar la Plaza en una verdadera ágora renacentista. Con los años se quemó el frente Sur de la misma, lo que permitió su ampliación y la construcción del Palacio de los Deanes (actual Ayuntamiento), que siguió el mismo diseño de arcos. "De alguna manera lo que yo quería reivindicar es que fue Juan de Garay el arquitecto que diseñó el cambio. El fue el responsable de la construcción de las primeras arcadas de los soportales orientales, pero no de las que las imitaron al ampliarse la Plaza, ni del Palacio de Deanes, como erróneamente se le atribuye", termina Martínez Taboada.



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