Ciudadanos debe aclararse

El partido de Albert Rivera ha irrumpido con fuerza en el panorama político español, aprovechando el lógico descontento que existe en buena parte del electorado hacia los partidos tradicionales, especialmente entre los votantes del PP, alejándose, además, del abyecto y nefasto populismo que ha emergido en la extrema izquierda de la mano de Podemos. Sin embargo, Ciudadanos debería cuidar mucho los mensajes y las propuestas que lanzan sus distintos candidatos a nivel local y autonómico si no quiere dañar sus perspectivas de cara a las elecciones generales del próximo otoño. Y es que, no hay nada más confuso para un votante que los discursos contradictorios en el seno de una formación política.

En todo partido político existen disensiones y voces discordantes, cuya existencia es sana e imprescindible para fomentar el debate interno de ideas. Pero una cosa es que exista división de opiniones en torno a uno u otro tema y otra muy distinta que sus líderes presenten medidas antagónicas en función de cada elección a la que se presenten. Un partido, sea cual sea, se sustenta sobre la defensa de un ideario común, con independencia de los miembros que lo representen. De ahí, precisamente, que el candidato de Ciudadanos por la Comunidad de Madrid, Ignacio Aguado, haya cometido un error garrafal, rozando incluso en el ridículo, con su propuesta de reinstaurar el Impuesto de Sucesiones y Donaciones en la región, tal y como anunció Es la Mañana de esRadio.

Su metedura de pata en materia fiscal no puede ser mayor. En primer lugar, porque evidencia su total desconocimiento del electorado madrileño y su ausencia total de estrategia para hace frente a su principal competidor, que no es otro que el PP. La Comunidad de Madrid, bajo la presidencia de Esperanza Aguirre, fue la primera autonomía en rebajar y, posteriormente, eliminar casi por completo este confiscatorio e injusto tributo, con el respaldo de la inmensa mayoría de madrileños. De hecho, Aguirre creó escuela, ya que esta medida obligó a otras regiones a rebajar este impuesto para evitar la fuga de contribuyentes y la consiguiente pérdida de recaudación.

Pero es que, además, la miopía política mostrada por Aguado es aún mayor si se tiene en cuenta que el responsable del programa económico de Ciudadanos, Luis Garicano, defiende la supresión de dicho gravamen. En concreto, Garicano apostó en su día por eliminar el Impuesto de Patrimonio y de Sucesiones, tal y como sucede en otros países europeos, con el fin de atraer capitales a España, acabando de paso con una perversa tasa que genera numerosas distorsiones. Y ello, sin tener en cuenta que, en el fondo, se trata de un impuesto absolutamente injusto y confiscatorio, ya que su razón de ser consiste penalizar la creación y acumulación de riqueza con un fin puramente recaudatorio, a la vez que se vuelven a gravar bienes por los que ya se han pagado muchos impuestos en el pasado.

Algo similar se podría decir de Begoña Villacís, la candidata de Ciudadanos a la Alcaldía de Madrid, sobre su idea de aplicar un "IBI progresivo" que sea "sensible a las realidades de las familias". ¿A qué se refiere Villacís? Si pretende subir el IBI en función de la renta de las familias, debería saber que lo que grava dicha figura es el inmueble y no la renta; mientras que si se refiere a aplicar un recargo según el valor de la vivienda, parece olvidar que dicha progresividad ya existe, con lo que su medida carecería de sentido.

Ciudadanos debería concretar cuanto antes las líneas generales de su programa o, al menos, formar, asesorar y coordinar a sus cuadros autonómicos y locales si no quiere caer en absurdas y ridículas contradicciones, con la consiguiente confusión de sus potenciales votantes. Lo que no puede ser es que el responsable económico del partido abogue, correctamente, por minimizar e incluso eliminar la confiscatoria tributación sobre las herencias, y, al mismo tiempo, el candidato de Ciudadanos en una comunidad tan importante como Madrid defienda justo lo contrario. Ciudadanos debe aclararse. O una cosa o la otra, pero las dos a la vez es algo imposible.

Editorial de Libertad Digital