Page el solitario o las ratas empiezan a abandonar el barco, con perdón

Dicen que ya sólo sonríe cuando acompaña a algún dirigente socialista de visita por Castilla-La Mancha. Sólo en esos momentos, cuando el protagonismo recae en otros, parece sentirse aliviado, relajado, Emiliano García-Page. Él sabía que el traje de candidato a la Presidencia de la Junta de Comunidades le vendría grande, grandísimo, y por eso intentó por todos los medios encontrar cobijo en Madrid, por eso no lo quería. ¿Pero de verdad se imaginaba que le iba a venir tan grande?

El panorama que tiene Page delante, realmente, es desolador. En su dilatadísima trayectoria política, nunca ha tenido que enfrentarse a una situación tan comprometida, con un PSOE tan desmembrado y un electorado a la fuga, y encima lo tiene que hacer solo porque, o bien sus más fieles le abandonan, o bien él ha perdido la confianza en los que se supone son los hombres fuertes del partido en la región.

El que fuera su mano derecha durante tantos años en los distintos gobiernos socialistas en los que participó Page, Javier Ruedas, no quiere saber nada de los problemas del PSOE en la región, y se acaba de pasar a la empresa privada; tampoco parece que tenga ya mucha comunicación con su número dos en el organigrama socialista, Jesús Fernández Vaquero, después de la tremenda trifulca que mantuvieron con los medios de comunicación como testigos (Page llegó a decir, harto de su palmero: “Empieza a ser un clásico que Vaquero se dedique a hablar; a mis efectos de mi candidatura no tengo portavoz, ni tampoco es Vaquero. Pero que quede muy claro, no lo es”).

Ninguno parece estar en condiciones de explicarle a Page por qué el PSOE, lejos de mejorar los resultados en las encuestas, va empeorando mes a mes; no le consolarán por el hecho de que los ciudadanos, una vez que han sabido oficialmente que es él quién luchará contra María Dolores Cospedal, le dan la espalda y tampoco encontrará ninguna respuesta, si les pregunta por qué no es un buen líder, por qué el partido se descompone, y por qué van camino de convertirse en la tercera fuerza política de Castilla-La Mancha.

La soledad de Page es tan profunda, que amenaza seriamente con hacer estallar al partido en Castilla-La Mancha. Ya hay quien no se calla (en Valdepeñas y en Tarancón, están más que hartos del aparato socialista) pero no parece que Page oiga estas voces. Y claro, tampoco tiene ya quien le cuente estas cosas.